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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?


EL PUEBLO QUIERE SABER: Todos los días se descubren nuevos actos de latrocinio y corrupción del kirchnerismo / Albertismo . ¿Cuánto le costará al país los desmadres del KIRCHNERATO?

domingo, 18 de enero de 2015

Nisman empuja al gobierno al área chica

El escándalo desatado a raíz de las acusaciones del fiscal Alberto Nisman que involucran a la Presidente Cristina Kirchner, al canciller Héctor Timerman y a otros personajes de desigual jerarquía del elenco gubernamental, conmovió al gobierno a punto tal de sumirlo primero en el desconcierto, el silencio y los balbuceos y finalmente en un cambio de táctica y un rotundo pase a la defensiva, equivalente a replegar a todos los jugadores al área chica.

Los legisladores kirchneristas fueron conminados desde la Casa Rosada a concurrir y dar batalla en la reunión de la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados (que preside la opositora Patricia Bullrich) citada para hoy. El oficialismo había anunciado primero que boicotearía con su ausencia esa reunión, a la que está previsto que asista Nisman fiscal para informar detalladamente a los congresistas el contenido de sus investigaciones (incluidos muchos aspectos que todavía no han trascendido al público). Al avisar que los kirchneristas decidieron ir, la diputada Diana Conti, defensora central de la divisa K en la cámara baja, advirtió: “Iremos con los tapones de punta”. Más bien se los verá en la actitud que suelen adoptar los futbolistas que, ante un tiro libre peligroso, forman barrera frente a un adversario famoso por shotear con potencia.

El entorno presidencial comprendió, después de las primeras vacilaciones, que su silencio legislativo o las explicaciones e interpretaciones conspirativas de ministros (como el propio Timerman o el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich) agravaban su situación, pues concentraban el problema en el Poder Ejecutivo, mientras la feria judicial (y la decisión de la jueza María Romilda Servini de Cubría de no habilitarla para tratar la denuncia de Nisman) le regalaba protagonismo mediático al fiscal y a la oposición por lo menos hasta febrero.

Hoy, entonces, los diputados kirchneristas buscarán hacer fracasar la reunión de la Comisión, reclamarán que sea pública de modo de limitar la información que Nisman pueda proporcionar (el fiscal está legalmente limitado: puede informar a los congresistas, pero no está habilitado a divulgar datos que comprometan cuestiones de Estado o que involucren la identidad de personal de inteligencia). La señora Conti y sus camaradas procurarán, además, devaluar al denunciante, atribuyéndole las mismas relaciones conspirativas ya ensayadas por miembros del gabinete presidencial.

Naturaleza de lo inconcebible

Que la Presidente de la Nación haya conducido una inteligencia y una diplomacia paralelas, destinadas a exculpar, a través de un acuerdo con la República Islámica de Irán, a personas que la Justicia argentina estimó involucrados en el atentado terrorista que veinte años atrás sacrificó 84 vidas en Buenos Aires resulta, para emplear la palabra que eligió Daniel Scioli, “inconcebible”.

Sin embargo, el investigador de la causa AMIA (sostenido por el entonces presidente Néstor Kirchner), fue capaz de concebir esa trama, fundamentarla en un escrito de 300 páginas que acumula múltiples elementos de prueba y de asumir la enorme responsabilidad institucional de imputar judicialmente a la Presidente y al canciller por esos hechos.

Si se quiere, también parece inconcebible que el fiscal haya disparado irreflexivamente semejante acusación contra la cabeza del Poder Ejecutivo, que haya inventado un complot y fabricado temerariamente un extenso registro de conversaciones telefónicas incriminatorias, incluyendo algunas con agentes iraníes.

En verdad, la mera presentación de Nisman y su catálogo de elementos de apoyo -más allá de la suerte que el caso corra en Tribunales a partir de febrero- es síntoma (uno más y probablemente el más clamoroso) de una grave anomalía. En principio, esta coincidencia de sucesos inconcebibles confirma la existencia de una brecha que cruza el Estado: poderes enfrentados, ministerios copados por sectores facciosos y, además, duplicados con gestiones informales, cuerpos de inteligencia desnaturalizados que se investigan y hostigan recíprocamente. Ya advierte el Evangelio (Mateo 12:25): toda casa dividida contra sí misma caerá.

La casa dividida

El secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, alegó que la denuncia del fiscal Nisman es “un manotazo típico de alguien que respondía a otras estructuras”, en alusión a la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) y, específicamente, a uno de sus jefes operativos, Jaime Stiusso, recientemente desplazado y reemplazado por personal que el gobierno considera más fiel. La versión de Fernández describe un hecho que podría perfectamente encajar con la denuncia del fiscal: si Stiusso alimentaba informativamente a Nisman, su exclusión de la Secretaría de Inteligencia, decidida por la Presidente, bien pudo deberse a que la Casa Rosada pretendía debilitar las fuentes del fiscal o desplegar una exhibición de fuerza como operación disuasiva de la denuncia que Nisman elaboraba. Confrontación intestina.

Exactamente un mes atrás, cuando la Presidente decidió descabezar el área de Inteligencia y patear el hormiguero de los espías profesionales para controlarlo con agentes presuntamente “propios”·, en esta columna se señaló que “entre el ansia de omnipotencia y el precipicio de la impotencia puede no haber más que un parpadeo”.

La propuesta de indagar a la señora de Kirchner y a su canciller encontró al gobierno mal parado. En el plano interno, las operaciones destinadas a asegurarse el control de la Justicia suscitan cuestionamientos crecientes que van mucho más allá de los Tribunales: empresarios, intelectuales y más de la mitad del campo político (incluyendo a algunos sectores que suelen escoltar al oficialismo) exponen su incomodidad ante la intención de digitar fiscales sin que esté en vigencia el nuevo Código Procesal Penal o la decisión de colocar un subrogante adicto y de baja calificación en el decisivo juzgado electoral de la provincia de Buenos Aires.

Por otra parte, la enigmática conducta del Canciller y el silencio de la Presidente ante la masacre ocurrida en París y el ataque terrorista a la libertad de expresión así como la ausencia oficial argentina en la gran manifestación del último domingo convocada por las autoridades francesas volvieron a dejar desubicado al país en el plano internacional.

La denuncia de Nisman confirma esa desubicación con la imagen de un gobierno que es retratado pactando bajo la mesa con aquellos que su Justicia señaló como culpables de un atentado de enorme magnitud.

La sociedad argentina (en particular, las familias de las víctimas de los terrorismos) necesita que, de una vez por todas, la verdad ilumine los hechos, la Justicia diga su palabra. Y que la casa pueda estar unida.

El año dela urna

El expediente abierto por el fiscal Nisman se tramita durante el último capítulo de la presidencia de Cristina Kirchner y se inscribe, inevitablemente, en el contexto de la competencia electoral que decidirá la sucesión.

El oficialismo, a la defensiva, se ve forzado reflexionar sobre el costo eventual del hostigamiento a su candidato más competitivo. La presencia casi completa del gabinete de ministros y de la plantilla de presidenciables del Frente para la Victoria en Mar del Plata, en una inauguración, fue interpretada malévolamente por algunos como una operación del entorno presidencial destinada a flanquear y acotar a Daniel Scioli. Otros vieron en esa masiva asistencia el deseo de exhibir unidad en un momento en que el gobierno pasa por dificultades.

Probablemente las dos miradas sean certeras.

El oficialismo comprende que necesita cohesión para resistir los desafíos del último año de gobierno, los cimbronazos de una economía en dificultades y una justicia inquietantemente activa, además de la competencia de una oposición que va alcanzando coincidencias en distintos planos, aunque todavía no termine de concretar ninguna en el campo específicamente electoral. Pero aquella comprensión no termina aún de disolver la resistencia a la candidatura presidencial de Daniel Scioli de los sectores más inflexibles. Algunos , los más delirantes, hasta han llegado a concebir la idea de excluir al gobernador de la competencia interna del oficialismo, obligándolo a concurrir a la elección presidencial con otra divisa partidaria. Se trataría de una variación sobre la fábula del escorpión y la rana: un impulso irrefrenable que provoca al mismo tiempo un asesinato y un suicidio.

“Esas actitudes le hacen el juego a Macri”, resumió el jefe de gabinete de Scioli. Alberto Pérez prefiere pintar como peligro inminente al gobernador porteño y no a Sergio Massa. En parte para ningunear a éste, que aparece punteando varias encuestas, en parte para polarizar con las fuerzas del no-peronismo.

Mauricio Macri, por su parte, acaba de resolver una incógnita en su propia fuerza: se allanó a la voluntad de Gabriela Michetti de competir en la interna del Pro por la candidatura a jefa del gobierno porteño.

Michetti rechazó dos deseos de Macri: primero se negó a cambiar de distrito y convertirse en candidata a gobernadora bonaerense. Ese paso le hubiera facilitado al Pro llenar con una figura atractiva ese casillero donde aún hoy, pese a los esfuerzos de María Eugenia Vidal, sigue careciendo de fuerza competitiva. Y, además, allanar el camino a la candidatura porteña de Horacio Rodríguez Larreta, preferido de Macri y sus amigos políticos más cercanos.

En los últimos meses Michetti dejó en claro que quería competir con Rodríguez Larreta por la sucesión de Macri y se negó también a aceptar la candidatura a vicepresidente en una “fórmula pura” del Pro. Michetti trabaja para que Macri sea candidato de una fórmula mixta y encabece una alianza más amplia que el Pro y está convencida de que eso es lo que ocurrirá finalmente. Con ese vaticinio, la oferta de ser candidata a la vicepresidencia lucía como un objetivo tan indeseado como ilusorio: ese lugar está reservado a un dirigente de otra fuerza política, probablemente un radical. Así, volvió a rechazar el deseo de Macri y declaró que si no podía hacer lo que se proponía (competir en la ciudad de Buenos Aires) se retiraría de la política. Semejante renunciamiento forzado hubiera dañado tanto al Pro como a las perspectivas de la candidatura presidencial de Macri, que sin duda hubiera pagado un costo de no admitir la pretensión de ella. Resultado: Michetti competirá con Horacio Rodríguez Larreta por la candidatura Pro a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Un primer balance de la situación indica que Macri vio desgastado su poder como jefe partidario, pero hizo de la necesidad virtud, mostrando su debilidad (o, si se quiere, su error de cálculo en cuanto a capacidad de conducción sobre Michetti) como expresión de autoridad flexible y contenedora. Michetti acompañó sin problemas esa interpretación (“Mauricio demostró que no es un autoritario”).

La senadora llega a la competencia con una imagen pública que, aunque levemente, supera la de Rodríguez Larreta. Pero con el resentimiento de una parte importante de la estructura del Pro, que no está satisfecha con su victoria sobre los deseos de Macri.

Rodríguez Larreta se presenta como candidato apoyado en la gestión (el principal valor asignado al gobierno porteño) y como el preferido de Macri. Aunque las encuestas no lo favorecen, las PASO tienen su propia dinámica: en la medida en que el peronismo porteño no parece en condiciones de ofrecer una interna atractiva (todavía no se perfilan candidatos) no es imposible que el electorado de ese signo, que deberá votar obligatoriamente en las primarias abiertas, se sienta inclinado a arbitrar en la interna del Pro; ese electorado es probablemente más proclive a Rodríguez Larreta que a Michetti, a quien se intuye más reticente ante el justicialismo. Podría ocurrir que estructuras políticas del peronismo porteño estimularan esa propensión espontánea.

En cambio, el electorado noperonista, que podría eventualmente beneficiarla a ella, tendrá una oferta vigorosa proveniente de UNEN, la de Martín Lousteau, lo que le dificultará a Michetti la captación en la interna del PRO.

En fin, se trata de conjeturas. Lo que parece menos hipotético es que lo ocurrido en el seno del Pro estimula las posibilidades de una alianza noperonista en las presidenciales (desafío para Massa y Scioli) y le otorgará a las PASO porteñas la seducción de una competencia vivaz y fuerte, “a la americana”.

Jorge Raventos

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