Lúcido y provocador, el filósofo que fue trotskista y ahora asesora a Macri duda que el relato kirchnerista sobreviva a Néstor Kirchner, su "gran narrador"; dice que las reglas de la política cambiaron porque "hoy no tenemos pueblo, sino individuos", y cree que en la era K hemos aprendido que el respeto por las instituciones "es importante" Ricardo Carpena
¿Qué hace un "ideólogo libre de ideologías", transgresor y hippie, como se define él mismo, al lado de Mauricio Macri? Lo que hace Alejandro Roz itchner es asesorar al jefe de Gobierno porteño, pero lo que hace a veces también es meter en problemas a su líder político.
Su última polémica la desató en agosto pasado, cuando aprovechó Twitter para hacer un comentario sobre un joven de ascendencia china que había fallecido al desplomarse un gimnasio en Villa Urquiza. "El muchacho chino que murió en el derrumbe me dio mucha pena, me hizo dar cuenta de que a los chinos los quiero un poco", escribió y dio pie a una avalancha twittera de críticas, la mayoría de simpatizantes kirchneristas que aprovecharon la ocasión para cuestionar directa o indirectamente a Macri.
Y Rozitchner, muy lejos de retractarse, lo justificó: "El comentario que hice fue supersencillo y sentido -dijo en la entrevista con Enfoques-. ¿Qué tengo que decir, que los amo, que los adoro, que me muero por los chinos? Hay cierta visión híperhipócrita e híperpolíticamente correcta que se dedica a ver dónde se agarra en falta a los demás y que considera incluso que no se puede llamar gordo a un gordo porque lo estarías discriminando. Eso es simplemente una idiotez".
Este filósofo nacido en 1960, padre de tres hijos de 7, 4 y 2 años, tiene una justificada fama de transgresor, no sólo por su perfil rockero. Su padre es el prestigioso filósofo de izquierda León Rozitchner. Se hizo más conocido por su trabajo con Mario Pergolini en la radio y con Mariano Grondona en la televisión. Es autor de varios libros y de diversos artículos que aparecen en diarios y en Internet, pero también escribió guiones para el programa de TV de Antonio Gasalla y tocó el bajo en el primer disco de los Illya Kuryaki and the Valderramas .
Hoy da charlas sobre entusiasmo y creatividad, brinda talleres sobre filosofía y escritura, y mantiene sus blogs 100 volando y Bienvenidos a mi. Pero en lo que está más entusiasmado es en su incursión en la política. Ya no como militante trotskista, como en su adolescencia, sino como abanderado del macrismo o, como ironiza, del "macrismo leninismo".
Su última polémica la desató en agosto pasado, cuando aprovechó Twitter para hacer un comentario sobre un joven de ascendencia china que había fallecido al desplomarse un gimnasio en Villa Urquiza. "El muchacho chino que murió en el derrumbe me dio mucha pena, me hizo dar cuenta de que a los chinos los quiero un poco", escribió y dio pie a una avalancha twittera de críticas, la mayoría de simpatizantes kirchneristas que aprovecharon la ocasión para cuestionar directa o indirectamente a Macri.
Y Rozitchner, muy lejos de retractarse, lo justificó: "El comentario que hice fue supersencillo y sentido -dijo en la entrevista con Enfoques-. ¿Qué tengo que decir, que los amo, que los adoro, que me muero por los chinos? Hay cierta visión híperhipócrita e híperpolíticamente correcta que se dedica a ver dónde se agarra en falta a los demás y que considera incluso que no se puede llamar gordo a un gordo porque lo estarías discriminando. Eso es simplemente una idiotez".
Este filósofo nacido en 1960, padre de tres hijos de 7, 4 y 2 años, tiene una justificada fama de transgresor, no sólo por su perfil rockero. Su padre es el prestigioso filósofo de izquierda León Rozitchner. Se hizo más conocido por su trabajo con Mario Pergolini en la radio y con Mariano Grondona en la televisión. Es autor de varios libros y de diversos artículos que aparecen en diarios y en Internet, pero también escribió guiones para el programa de TV de Antonio Gasalla y tocó el bajo en el primer disco de los Illya Kuryaki and the Valderramas .
Hoy da charlas sobre entusiasmo y creatividad, brinda talleres sobre filosofía y escritura, y mantiene sus blogs 100 volando y Bienvenidos a mi. Pero en lo que está más entusiasmado es en su incursión en la política. Ya no como militante trotskista, como en su adolescencia, sino como abanderado del macrismo o, como ironiza, del "macrismo leninismo".
Rozitchner, que llegó a calificar a Macri de "prócer", trabaja con el secretario general del gobierno porteño, Marcos Peña, y desde allí organiza charlas con dirigentes y con funcionarios de Pro en las que aporta ideas y sugiere caminos para despertar la creatividad.
-Néstor Kirchner fue el gran protagonista de la política de los últimos años. ¿Qué representa su muerte? ¿Qué cambia?
-El kirchnerismo trabaja en una especie de realidad simbólica. Por ejemplo, hace lo que llama un relato, se lo cree y cree que esa es la realidad, aunque después la realidad no le parece tan interesante. La muerte de Kirchner es un hecho que participa de ese universo simbólico. Ahora, en vez de tener un líder presente tienen un símbolo. Hay que ver si quedan administradores para hacer rendir ese símbolo. Porque también la simbología tiene sus límites: por más que digan que van a seguir con el modelo, la realidad tiene algunos problemas que ellos desconocen y niegan, como la inflación, la inseguridad, el aislamiento del mundo. La izquierda, o el progresismo, es un fenómeno, sobre todo, discursivo: no saben bajar la pobreza, por ejemplo. Viven hablando del pueblo, pero no saben hacer cosas útiles para el pueblo. Tal vez ahora veamos el proceso de deterioro de esta trampa por la desaparición del gran narrador, porque, finalmente, como Kirchner era una especie de genio de la literatura argentina que inventó una gran ficción, vamos a seguir leyendo sus cuentos, pero no se sabe si van a ser convincentes.
-Cuando lo llamé para proponerle la entrevista, usted dudó cuando le dije que íbamos a hablar de política. ¿Qué le pasa? ¿Se cansó? ¿Está decepcionado?
-El riesgo de hablar de política es que uno cae muy fácilmente en una especie de círculo vicioso, que se reproduce automáticamente sin que uno lo quiera muchas veces. Parte del trabajo es lograr superar ese automatismo y referirse a los temas de la política de otra manera. Entonces, como tengo un descontento muy grande con el gobierno nacional y me surgiría referirme negativamente a él, tengo siempre que tratar de progresar, de superar esa coyuntura. El truco de ese sistema de la política convencional es jugar al choque. No hay que pisar el palito. Tenemos un problema. Me gusta más la imagen amplia que nos permite entender que el problema no son los Kirchner sino nosotros, que hace muchos años ponemos en los lugares centrales a personas que no trabajan por el bien común.
-Hay algo que es cierto: los dirigentes no son de probeta. Surgen de la sociedad. ¿Nos representa fielmente el kirchnerismo?
-No podríamos decir eso sin ser un poco excesivos. Un país es un montón de componentes distintos y esta línea de pensamiento que ocupa el gobierno nacional es nuestra, pero no es la única y tampoco es la más representativa actualmente. El gobierno que venga va a ser un gobierno superador, sea cual fuere. Este gobierno nos sirvió para aprender que, por ejemplo, el valor de las instituciones no es una mariconada, como tendíamos a creer. No es un formalismo sino algo importante y vamos a evolucionar hacia un mayor respeto de las instituciones.
-Para lo que viene, ¿por qué Macri es la persona adecuada?
-Es la opción que más me gusta. Nunca conocí en la política tan buenas personas, tan bien dispuestas y tan capaces como en ese grupo. Veo mucha calidad y buenas intenciones. Errores, por supuesto, se cometen, pero conviene aprender que un gobernante o un equipo de gobierno no tiene que plantearse como infalible. No se trata tanto de ganar las discusiones sino de lograr un trabajo común y de consultar si hay cosas que no se saben. Hay que mostrar la hilacha: un gobernante no tienen que plantearse como la persona perfecta. Eso ya no es creíble. Tal vez pertenecía a la escenografía de otra época. La crisis de la política no tiene que ver con ninguna decadencia sino con un cambio social muy fuerte que todavía no termina de asimilarse. Complementario de esto es la idea de que el concepto de pueblo es fascista porque supone amuchar a la masa humana para volverla de algún modo manipulable y para cumplir con un rol muy limitado en la generación del juego político. Hoy no tenemos pueblo, tenemos personas, individuos. Esto cambia completamente el juego de la política. No se trata de hacer representatividad respecto de una masa indiferenciada, sino de responder a necesidades de personas que quieren vivir, desarrollar sus proyectos, crecer. Antes el individuo no existía, las personas se preguntaban qué debo hacer. Hoy la pregunta es qué quiero hacer. Es un cambio muy valioso que tiene que ver con una gran revolución que representan más Los Beatles que la izquierda, una revolución cultural que está también muy presente en ese gran logro humano que es Internet.
-Su papá es el típico intelectual de izquierda. ¿A él no le molestó su adhesión al macrismo, más vinculado con la derecha que con otra expresión ideológica? ¿Modificó esto su relación con él?
-Toda relación entre padres e hijos tiene equívocos. Es un choque cultural. Los padres siempre representan un mundo y los hijos necesariamente representan otro. La relación con mi papá no está exenta de este desajuste. Igual, siento que soy fiel a ciertos principios básicos que son suyos y que yo creo míos, y nuestra relación sigue siendo la amorosa relación de un padre y un hijo que se quieren y que se ayudan.
-¿Y no discuten de política?
-No nos dedicamos a eso.
-¿A propósito para no entrar en cortocircuito?
-(Se queda en silencio).
-¿Nunca existió esta charla donde su papá quizá le criticó su adhesión a Macri?
-No voy a pasar de acá. Hay cosas que son íntimas. Estoy respondiendo todo lo que puedo públicamente.
-Me llamaba la atención este juego que se establece entre un padre de izquierda y un hijo que se convierte al macrismo.
-Este... me gusta mucho la idea del macrismo-leninismo.
-¿Qué es eso?
-Es una corriente que inventamos medio en joda y medio en serio con [Hernán] Lombardi y [Mariano] Narodowski. Si uno intenta explicarla seriamente, la idea es que mucho de lo que se quería conseguir por la vía del desarrollo de la izquierda termina siendo mucho más real y accesible por un grupo de personas que superan la distinción entre izquierda y derecha, que no juegan ya a esa política vieja y que tratan de ocuparse de las cosas de un modo más efectivo, como es la caracterización correcta de Pro. Puestos a tratar de solucionar el tema de la pobreza en la Argentina, debatir ideológicamente es perder el tiempo, es no querer hacerse cargo del problema. Entonces, macrismo- leninismo es decir "vayamos realmente a solucionar lo que queremos y démonos cuenta de que la opción muy impregnada de ideología termina siendo un obstáculo".
-Igual, a Macri siempre lo persigue la sombra del tipo de derecha que está estigmatizado por su fortuna, por su estilo de vida.
-Ahí, el tema de fondo es más una cuestión psicológica que ideológica. El pensamiento social argentino no se lleva muy bien con la riqueza. Siempre que hay riqueza la considera mal habida. Y considera que, de alguna manera, la pobreza es buena. Como si ser pobre fuera ser bueno... Una mentalidad de ese tipo lógicamente va a producir pobres, va a producir pobreza. El populismo es un fenómeno político determinado por la producción intencionada, aunque inconsciente, de pobreza. Y esa es una tara que tenemos que superar. Mauricio es una persona de fortuna. Desde otro punto de vista, hasta es más valioso que una persona en esa circunstancia se ponga a tratar de participar de la solución de los problemas nacionales.
-Claro, podría estar disfrutando de su dinero sin necesidad de complicarse con la política.
-O dedicar sus capacidades a hacer más plata. Y, en cambio, le agarró esto. Para querer ser presidente, una persona tiene que tener alguna especie de patología. Es así acá y en todos los países. El problema es enganchar alguno que sirva. Que tenga esa patología pero, al mismo tiempo, que nos sirva a nosotros para desarrollarnos como sociedad.
-¿Hay que estar un poco loco para querer ser presidente?
-No sé, es medio un chiste y medio una verdad. No me imagino jamás queriendo una cosa así. Quiero algo mucho más íntimo, más tranquilo, pero me gusta que haya gente que quiera eso. Es como ser médico: yo no lo sería, no visitaría cadáveres para ver de qué están hechos, pero necesitamos que haya locos que sean médicos. Podríamos definir que el rol social que uno cumple tiene que ver con el modo de su locura (risas). El periodista está metiéndose en la vida de todos, queriendo ver qué pasa en todos lados, y tiene que haber de ésos. El filósofo tiene muchos problemas con la realidad y se va lejos. Tiene que irse a las categorías, pensar que es distinto, despreciar un poco a todos e irse solo.
-En uno de sus artículos, usted dijo que Cristina Kirchner es una "autoritaria crecida en el mundo del Proceso, al que reproduce aunque intente y diga que lo combate, porque lo lleva adentro". ¿No se le fue la mano?
-La visión del gobierno nacional es una visión de gente del Proceso, por más que se suponga que hayan sido las víctimas, algo que incluso habría que poner en duda. Su mentalidad es del Proceso, autoritaria, corrupta, mentirosa y, básicamente, con falta de amor. La crítica más ingenua, pero más certera posible, es que es un movimiento con falta de amor por el país, por la gente, por la vida, por la naturaleza, por el mundo. Muchas de las cosas que intentamos pensar en términos políticos tendríamos que pensarlas en términos psicológicos. De la misma manera, la política, en su transformación, tiene que abrirse a esas perspectivas. Entonces no es tan relevante si una persona es de izquierda o de derecha porque eso ya no quiere decir nada. Sí es relevante si es un megalómano, un paranoico, un neurótico normal tirando a sano... Hay en la Argentina una gran corriente de resentimiento y de enajenación que podrías explicarla aludiendo a la historia dura de ciertos sectores, pero todos los sectores de todos los países han tenido historias duras. También se puede aludir a ciertas posiciones existenciales, visiones del mundo, formas de enfrentar los problemas. Yo puedo enfrentar los problemas diciendo que son culpa del sistema o diciendo que son míos y que tengo que hacer algo con ellos. Esa delegación para generar la visión de un poder que te obstruye es una posición muy querida por un montón de políticos. Es poco sabio y poco realista. No nos enceguezcamos con el fenómeno del kirchnerismo: en la Argentina están pasando muchas otras cosas. Por eso la idea del amor, aunque parezca tan zonza, es fundamental incluso para interpretar fenómenos políticos. El mundo de la política oficial es un mundo sin amor, en donde las relaciones incluso entre ellos son de mucha tensión. No hay amor. Y amor es también posibilidad de entenderse, de acercarse, de ser empático, de intercambiar.
-Quizá también por eso usted es macrista. El jefe de gobierno apuesta al amor y se va a volver a casar a fin de año. (Risas.)
-Sí, me gusta que le busque la vuelta a su vida romántica.
© LA NACION
MANO A MANO
Dice que la filosofía es un espacio muerto. Y que el pensamiento está en todos lados. Alejandro Rozitchner es un transgresor profesional, un pensador punzante que encontró su lugar en el mundo en el macrismo, que es un espacio cuyo líder reivindica su desinterés por la política tradicional. Por eso Rozitchner se puede dar algunos lujos que en otras estructuras partidarias sería equivalente a ser condenado al destierro. Como decir lo que piensa, sin ataduras ni eufemismos. Aun así, me pareció algo preocupado por no quedar atrapado en su imagen "hipposa" e insistió en que la legalización de la marihuana no es un tema prioritario en la Argentina. No hay que ser psicólogo para darse cuenta de que la relación con su papá no debe de ser sencilla: fue el único momento de la charla en que se puso tenso. Es ocurrente, rápido y audaz. El intelectual perfecto para un macrismo que necesita sacarse las etiquetas ideológicas de encima y mostrar su cara más amable. Me encantó su idea de vincular el amor con la política. Es algo que no se animan a mencionar ni los pocos dirigentes que aún conservan intacto su corazón.
-El kirchnerismo trabaja en una especie de realidad simbólica. Por ejemplo, hace lo que llama un relato, se lo cree y cree que esa es la realidad, aunque después la realidad no le parece tan interesante. La muerte de Kirchner es un hecho que participa de ese universo simbólico. Ahora, en vez de tener un líder presente tienen un símbolo. Hay que ver si quedan administradores para hacer rendir ese símbolo. Porque también la simbología tiene sus límites: por más que digan que van a seguir con el modelo, la realidad tiene algunos problemas que ellos desconocen y niegan, como la inflación, la inseguridad, el aislamiento del mundo. La izquierda, o el progresismo, es un fenómeno, sobre todo, discursivo: no saben bajar la pobreza, por ejemplo. Viven hablando del pueblo, pero no saben hacer cosas útiles para el pueblo. Tal vez ahora veamos el proceso de deterioro de esta trampa por la desaparición del gran narrador, porque, finalmente, como Kirchner era una especie de genio de la literatura argentina que inventó una gran ficción, vamos a seguir leyendo sus cuentos, pero no se sabe si van a ser convincentes.
-Cuando lo llamé para proponerle la entrevista, usted dudó cuando le dije que íbamos a hablar de política. ¿Qué le pasa? ¿Se cansó? ¿Está decepcionado?
-El riesgo de hablar de política es que uno cae muy fácilmente en una especie de círculo vicioso, que se reproduce automáticamente sin que uno lo quiera muchas veces. Parte del trabajo es lograr superar ese automatismo y referirse a los temas de la política de otra manera. Entonces, como tengo un descontento muy grande con el gobierno nacional y me surgiría referirme negativamente a él, tengo siempre que tratar de progresar, de superar esa coyuntura. El truco de ese sistema de la política convencional es jugar al choque. No hay que pisar el palito. Tenemos un problema. Me gusta más la imagen amplia que nos permite entender que el problema no son los Kirchner sino nosotros, que hace muchos años ponemos en los lugares centrales a personas que no trabajan por el bien común.
-Hay algo que es cierto: los dirigentes no son de probeta. Surgen de la sociedad. ¿Nos representa fielmente el kirchnerismo?
-No podríamos decir eso sin ser un poco excesivos. Un país es un montón de componentes distintos y esta línea de pensamiento que ocupa el gobierno nacional es nuestra, pero no es la única y tampoco es la más representativa actualmente. El gobierno que venga va a ser un gobierno superador, sea cual fuere. Este gobierno nos sirvió para aprender que, por ejemplo, el valor de las instituciones no es una mariconada, como tendíamos a creer. No es un formalismo sino algo importante y vamos a evolucionar hacia un mayor respeto de las instituciones.
-Para lo que viene, ¿por qué Macri es la persona adecuada?
-Es la opción que más me gusta. Nunca conocí en la política tan buenas personas, tan bien dispuestas y tan capaces como en ese grupo. Veo mucha calidad y buenas intenciones. Errores, por supuesto, se cometen, pero conviene aprender que un gobernante o un equipo de gobierno no tiene que plantearse como infalible. No se trata tanto de ganar las discusiones sino de lograr un trabajo común y de consultar si hay cosas que no se saben. Hay que mostrar la hilacha: un gobernante no tienen que plantearse como la persona perfecta. Eso ya no es creíble. Tal vez pertenecía a la escenografía de otra época. La crisis de la política no tiene que ver con ninguna decadencia sino con un cambio social muy fuerte que todavía no termina de asimilarse. Complementario de esto es la idea de que el concepto de pueblo es fascista porque supone amuchar a la masa humana para volverla de algún modo manipulable y para cumplir con un rol muy limitado en la generación del juego político. Hoy no tenemos pueblo, tenemos personas, individuos. Esto cambia completamente el juego de la política. No se trata de hacer representatividad respecto de una masa indiferenciada, sino de responder a necesidades de personas que quieren vivir, desarrollar sus proyectos, crecer. Antes el individuo no existía, las personas se preguntaban qué debo hacer. Hoy la pregunta es qué quiero hacer. Es un cambio muy valioso que tiene que ver con una gran revolución que representan más Los Beatles que la izquierda, una revolución cultural que está también muy presente en ese gran logro humano que es Internet.
-Su papá es el típico intelectual de izquierda. ¿A él no le molestó su adhesión al macrismo, más vinculado con la derecha que con otra expresión ideológica? ¿Modificó esto su relación con él?
-Toda relación entre padres e hijos tiene equívocos. Es un choque cultural. Los padres siempre representan un mundo y los hijos necesariamente representan otro. La relación con mi papá no está exenta de este desajuste. Igual, siento que soy fiel a ciertos principios básicos que son suyos y que yo creo míos, y nuestra relación sigue siendo la amorosa relación de un padre y un hijo que se quieren y que se ayudan.
-¿Y no discuten de política?
-No nos dedicamos a eso.
-¿A propósito para no entrar en cortocircuito?
-(Se queda en silencio).
-¿Nunca existió esta charla donde su papá quizá le criticó su adhesión a Macri?
-No voy a pasar de acá. Hay cosas que son íntimas. Estoy respondiendo todo lo que puedo públicamente.
-Me llamaba la atención este juego que se establece entre un padre de izquierda y un hijo que se convierte al macrismo.
-Este... me gusta mucho la idea del macrismo-leninismo.
-¿Qué es eso?
-Es una corriente que inventamos medio en joda y medio en serio con [Hernán] Lombardi y [Mariano] Narodowski. Si uno intenta explicarla seriamente, la idea es que mucho de lo que se quería conseguir por la vía del desarrollo de la izquierda termina siendo mucho más real y accesible por un grupo de personas que superan la distinción entre izquierda y derecha, que no juegan ya a esa política vieja y que tratan de ocuparse de las cosas de un modo más efectivo, como es la caracterización correcta de Pro. Puestos a tratar de solucionar el tema de la pobreza en la Argentina, debatir ideológicamente es perder el tiempo, es no querer hacerse cargo del problema. Entonces, macrismo- leninismo es decir "vayamos realmente a solucionar lo que queremos y démonos cuenta de que la opción muy impregnada de ideología termina siendo un obstáculo".
-Igual, a Macri siempre lo persigue la sombra del tipo de derecha que está estigmatizado por su fortuna, por su estilo de vida.
-Ahí, el tema de fondo es más una cuestión psicológica que ideológica. El pensamiento social argentino no se lleva muy bien con la riqueza. Siempre que hay riqueza la considera mal habida. Y considera que, de alguna manera, la pobreza es buena. Como si ser pobre fuera ser bueno... Una mentalidad de ese tipo lógicamente va a producir pobres, va a producir pobreza. El populismo es un fenómeno político determinado por la producción intencionada, aunque inconsciente, de pobreza. Y esa es una tara que tenemos que superar. Mauricio es una persona de fortuna. Desde otro punto de vista, hasta es más valioso que una persona en esa circunstancia se ponga a tratar de participar de la solución de los problemas nacionales.
-Claro, podría estar disfrutando de su dinero sin necesidad de complicarse con la política.
-O dedicar sus capacidades a hacer más plata. Y, en cambio, le agarró esto. Para querer ser presidente, una persona tiene que tener alguna especie de patología. Es así acá y en todos los países. El problema es enganchar alguno que sirva. Que tenga esa patología pero, al mismo tiempo, que nos sirva a nosotros para desarrollarnos como sociedad.
-¿Hay que estar un poco loco para querer ser presidente?
-No sé, es medio un chiste y medio una verdad. No me imagino jamás queriendo una cosa así. Quiero algo mucho más íntimo, más tranquilo, pero me gusta que haya gente que quiera eso. Es como ser médico: yo no lo sería, no visitaría cadáveres para ver de qué están hechos, pero necesitamos que haya locos que sean médicos. Podríamos definir que el rol social que uno cumple tiene que ver con el modo de su locura (risas). El periodista está metiéndose en la vida de todos, queriendo ver qué pasa en todos lados, y tiene que haber de ésos. El filósofo tiene muchos problemas con la realidad y se va lejos. Tiene que irse a las categorías, pensar que es distinto, despreciar un poco a todos e irse solo.
-En uno de sus artículos, usted dijo que Cristina Kirchner es una "autoritaria crecida en el mundo del Proceso, al que reproduce aunque intente y diga que lo combate, porque lo lleva adentro". ¿No se le fue la mano?
-La visión del gobierno nacional es una visión de gente del Proceso, por más que se suponga que hayan sido las víctimas, algo que incluso habría que poner en duda. Su mentalidad es del Proceso, autoritaria, corrupta, mentirosa y, básicamente, con falta de amor. La crítica más ingenua, pero más certera posible, es que es un movimiento con falta de amor por el país, por la gente, por la vida, por la naturaleza, por el mundo. Muchas de las cosas que intentamos pensar en términos políticos tendríamos que pensarlas en términos psicológicos. De la misma manera, la política, en su transformación, tiene que abrirse a esas perspectivas. Entonces no es tan relevante si una persona es de izquierda o de derecha porque eso ya no quiere decir nada. Sí es relevante si es un megalómano, un paranoico, un neurótico normal tirando a sano... Hay en la Argentina una gran corriente de resentimiento y de enajenación que podrías explicarla aludiendo a la historia dura de ciertos sectores, pero todos los sectores de todos los países han tenido historias duras. También se puede aludir a ciertas posiciones existenciales, visiones del mundo, formas de enfrentar los problemas. Yo puedo enfrentar los problemas diciendo que son culpa del sistema o diciendo que son míos y que tengo que hacer algo con ellos. Esa delegación para generar la visión de un poder que te obstruye es una posición muy querida por un montón de políticos. Es poco sabio y poco realista. No nos enceguezcamos con el fenómeno del kirchnerismo: en la Argentina están pasando muchas otras cosas. Por eso la idea del amor, aunque parezca tan zonza, es fundamental incluso para interpretar fenómenos políticos. El mundo de la política oficial es un mundo sin amor, en donde las relaciones incluso entre ellos son de mucha tensión. No hay amor. Y amor es también posibilidad de entenderse, de acercarse, de ser empático, de intercambiar.
-Quizá también por eso usted es macrista. El jefe de gobierno apuesta al amor y se va a volver a casar a fin de año. (Risas.)
-Sí, me gusta que le busque la vuelta a su vida romántica.
© LA NACION
MANO A MANO
Dice que la filosofía es un espacio muerto. Y que el pensamiento está en todos lados. Alejandro Rozitchner es un transgresor profesional, un pensador punzante que encontró su lugar en el mundo en el macrismo, que es un espacio cuyo líder reivindica su desinterés por la política tradicional. Por eso Rozitchner se puede dar algunos lujos que en otras estructuras partidarias sería equivalente a ser condenado al destierro. Como decir lo que piensa, sin ataduras ni eufemismos. Aun así, me pareció algo preocupado por no quedar atrapado en su imagen "hipposa" e insistió en que la legalización de la marihuana no es un tema prioritario en la Argentina. No hay que ser psicólogo para darse cuenta de que la relación con su papá no debe de ser sencilla: fue el único momento de la charla en que se puso tenso. Es ocurrente, rápido y audaz. El intelectual perfecto para un macrismo que necesita sacarse las etiquetas ideológicas de encima y mostrar su cara más amable. Me encantó su idea de vincular el amor con la política. Es algo que no se animan a mencionar ni los pocos dirigentes que aún conservan intacto su corazón.
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