PARANOICOS

Río Negro - 22-Oct-10 - Opinión

Un régimen paranoico

Siempre fue de prever que los teócratas iraníes rechazarían con indignación la propuesta de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de que los acusados de estar detrás del atentado contra la sede de la AMIA sean juzgados en un país neutral, pero no lo fue que reaccionarían frente a lo que fue un gesto conciliador con una diatriba delirante en que, entre otras cosas, dicen que el gobierno argentino ha prestado apoyo financiero a "grupos terroristas, en particular a la conocida Organización Mujaidines Jalq", que operan en el Medio Oriente y que persigue por motivos religiosos a "la comunidad musulmana, que continúa aislada y discriminada en la Argentina", además de violar las normas diplomáticas en numerosas ocasiones. Es como si los iraníes creyeran que nuestro gobierno se asemeja muchísimo al suyo, que presta algo más que apoyo financiero a agrupaciones terroristas de las que las más notorias son Hamas y Hizbollah, persigue con brutalidad a las minorías religiosas y nunca ha mostrado respeto alguno por las normas internacionales. Si bien el gobierno kirchnerista dista de ser perfecto, no se parece en absoluto a la caricatura burda que acaba de dibujar el régimen formalmente encabezado por Mahmoud Ahmadinejad, un personaje que es mundialmente famoso por su propensión a expresarse en términos que serían más apropiados para un fanático medieval que para un mandatario moderno y que en diversas oportunidades ha dicho esperar resultar capaz de borrar el Estado de Israel de la faz de la Tierra.

La respuesta de los iraníes al intento de Cristina de apaciguarlos ofreciéndoles la alternativa de que acusados –uno, Ahmad Vahidi, es el actual ministro de Defensa– rindan cuentas en un tercer país no puede sino motivar inquietud por lo que nos dice acerca de la mentalidad de quienes se han propuesto dotarse pronto de un arsenal nuclear. El mundo en que viven los islamistas iraníes parece ser radicalmente distinto del conocido por los demás: es uno que está lleno de conspiradores inescrupulosos supuestamente manipulados por la CIA norteamericana y el Mossad israelí que harían cualquier cosa para desprestigiar la revolución islamista, de suerte que ellos tendrían el derecho a defenderse de la misma manera. Se trata de una actitud que es típica de paranoicos que, para justificar sus propios crímenes, insisten en afirmarse víctimas inocentes de la malignidad ajena y, para convencer a los demás de su sinceridad, no vacilan en actuar en consecuencia.

Por ser cuestión de un tema tan grave, ya que según la Justicia nacional y el gobierno de los Kirchner integrantes del régimen teocrático iraní prepararon y llevaron a cabo un atentado terrorista devastador –un acto de guerra– en el centro de la ciudad de Buenos Aires matando a más de ochenta personas e hiriendo a centenares, sería de suponer que la Argentina disfrutaría de la solidaridad sin fisuras de todos los gobiernos latinoamericanos, comenzando con los más nacionalistas. Por desgracia, éste no es el caso. Hace un par de días el presidente venezolano Hugo Chávez, un presunto "amigo" de los Kirchner, afirmó que ampliar la "alianza estratégica" de su país con el del "hermano" Ahmadinejad es "casi un deber sagrado", y no cabe duda alguna de que el presidente boliviano, Evo Morales, comparte los mismos sentimientos. Desde su punto de vista, el que Irán haya sido acusado formalmente de atacar un país sudamericano es un detalle meramente anecdótico, de suerte que no tienen por qué permitir que incida en su propia política exterior. En buena lógica, el que Chávez y sus seguidores hayan optado por aliarse tan estrechamente con Irán debería ser motivo de preocupación profunda no sólo en nuestro país sino también en el resto de la región pero, acaso porque el ataque contra la AMIA no encuadra fácilmente en el "relato" antiimperialista tradicional en que los únicos enemigos auténticos son los norteamericanos y, a causa de las Malvinas, los británicos, nuestro gobierno ha preferido pasarlo por alto, tratando la indiferencia de otros mandatarios latinoamericanos hacia lo que sucedió como un asunto sin importancia por entender que sería inútil suponer que estarían dispuestos a arriesgarse enfrentándose a un régimen tan peligroso como el iraní.