Eugenio Paillet / "La Nueva Provincia"
¿Es posible que sólo Néstor Kirchner y Hugo Chávez tengan razón? ¿Resulta creíble, más allá del fulbito para la tribuna, que el resto de los por lo menos 29 presidentes, sobre 34 presentes en Mar del Plata, sean los equivocados?
No es sólo el planteo del mejicano Vicente Fox, enojado como pocas veces se lo ha visto frente a las cámaras de televisión, quien no dudó en plantear que, para terminar de ser países serios, lo primero a dejar de lado es el show mediático, y algunas actuaciones patéticas --cabría agregar desde este lado-- que nos alejan, más que nos acercan, en el caso puntual de la Argentina, de ese mundo al que tanto se declama que se quiere alcanzar.
El coronel bolivariano ha dicho en Caracas y en Mar del Plata, y lo ha puesto sobre papel en un documento temerario que denominó La Nueva Etapa, que el mundo regional se divide en dos ejes. Uno, que integran él, Kirchner y Lula, y otro que responde a los intereses del Pentágono en el que mezcla a Ricardo Lagos con sus colegas de Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador.
¿Lula? El presidente brasileño no sólo se tomó revancha en Mar del Plata de algunos desplantes que, en el pasado reciente, le dedicó Kirchner --fue el último en llegar y el primero en volver a su país--, sino que ha dado muestras de que está muy lejos de ese trío en el que, sin pedir permiso, lo ha metido el venezolano. Aun cuestionado políticamente en lo doméstico por sonados casos de corrupción que amenazaron con desangrarlo, el encuentro de hoy con George Bush en Brasilia y su posición favorable a un entendimiento por el ALCA bajo ciertas condiciones, hablan a favor de aquella prédica de Fox de no vender a nuestras sociedades sólo los malabares futbolísticos de Maradona, más que de un supuesto entendimiento político con Chávez y Kirchner.
Más todavía: ni hacía falta que algunos analistas locales y externos dijesen que, hoy por hoy, la prioridad de Estados Unidos no pasa por América Latina. Sin embargo, si hay algo en lo que todos coinciden, y la visita preferencial de Bush a Brasil es una prueba al canto, es que, dentro de ese desinterés norteamericano por la región, la única excepción es justamente su necesidad de establecer una asociación estratégica con el socio mayor del Mercosur. No con la Argentina y muchísimo menos con Venezuela.
Ser exitoso, como lo es el Chile de Lagos, hoy mirado y admirado como el mejor país desde el Río Grande a Tierra del Fuego, ¿es servir a los intereses del Pentágono? Kirchner se ha quedado después de esta cumbre --aunque ha ratificado un sesgo anterior a este tipo de encuentros-- más solo que nunca en el subcontinente. Y dejó sentado que su devoción enfermiza por Chávez y su empecinamiento en aislarse del resto de los países de la región forman parte de aquel patetismo vernáculo.
El presidente argentino destrató a Fox y le suspendió inopinadamente una audiencia prevista de antemano. Ya hizo saber que no irá el 20 del corriente mes a la celebración de los veinte años del Mercosur, por los problemas que tiene con Lula. Trató fríamente a un entrañable dirigente, como es el uruguayo Tabaré Vázquez, por el problema de las papeleras. Fox, Lula y Lagos mantuvieron interesantes reuniones bilaterales en el primer día de la Cumbre. Al mismo tiempo, los voceros argentinos se desesperaban por repartir el off the record de la charla entre Kirchner y Bush, especialmente cuando aquél le dijo que no era "un obsecuente" y que decía las cosas tal como las sentía. Más jueguito para la tribuna.
La verdad revelada en la jornada inaugural de la Cumbre y tras la audiencia entre los dos presidentes es imposible de manipular: Bush reclamó con mirada filosa que la Argentina respete los contratos, que provea a quienes quieren invertir en el país de la correspondiente seguridad jurídica y, de modo indirecto, aunque no hizo falta que los nombrara, que haya un nuevo trato para quienes compraron bonos de la deuda argentina y fueron defraudados por un canje unilateral e injusto.
Siempre resulta ilevantable, por lo demás, la pesada piedra que carga Kirchner cada vez que arremete contra el FMI y los organismos internacionales de crédito. Al organismo con sede en Washington le paga como el mejor sus obligaciones y ahora clama por ayuda de la Casa Blanca para refinanciar 5.000 millones de dólares que vencen a fin de año. Critica al Banco Mundial y al BID, pero acaba de aceptar un generoso préstamo de 750 millones de dólares que la segunda de esas entidades le dio para financiar planes de asistencia a familias que sobreviven con un subsidio estatal de 150 pesos.
¿Cómo confiar en un gobernante que se presenta como anfitrión de una cumbre de presidentes y manda, al mismo tiempo, a sus funcionarios y piqueteros aliados a despotricar contra Bush y el ALCA en la contracumbre? ¿No debió evitar el presidente, salvando la imposibilidad de influir sobre Chávez, que sus funcionarios participaran del repudio en el estadio mundialista, para no dejar patentizado que no se puede estar parado con un pie en cada orilla? Hubo presidentes importantes que dijeron en la Cumbre que no se puede estar con Bush y con Chávez al mismo tiempo. No se mezclan el agua y el aceite.
Kirchner no puede con su genio. Celebró la actuación de Chávez en el estadio y su ocurrencia de dar por enterrado el ALCA en algún imaginario cementerio marplatense. Pero no aceptó alivianar algunos párrafos de su discurso inaugural ante la Cumbre, en el cual fustigó con dureza a Estados Unidos y al mundo desarrollado, pese a que, en su encuentro privado con Bush, el jefe de la Casa Blanca --al margen de algunos mandobles-- le aseguró que intercederá ante el FMI y el Grupo de los 7 para que exista una mirada más benevolente hacia la Argentina.
No resulta temerario sostener que, a la luz de lo ocurrido en Mar del Plata, lo peor de la relación con la Casa Blanca todavía está por llegar. Bush dejó alguna puerta abierta para colaborar con Kirchner y sus necesidades de lograr un acuerdo factible con el FMI. Pero también quedó la impresión entre los observadores de que el mandatario norteamericano no tiene por estas horas ningún desvelo especial ni por la región ni por la Argentina. Y que el destrato recibido en la Cumbre puede llevarlo a decidir que el país se las arregle por las suyas cuando le toque sentarse a discutir con las autoridades económicas de Washington. ¿Reflotará en ese caso Kirchner, y en especial la aguerrida senadora Cristina Fernández, la idea de romper todo y pasar a "vivir con lo nuestro"?
Quienes pudieron filtrarse en charlas reservadas con el presidente Lagos lo escucharon preocupado por estas manifestaciones y por algunas muestras de intolerancia, especialmente a la hora de discutir sobre el área de libre comercio. Esos confidentes recordaron que Chile y Bolivia no tuvieron problemas en firmar un tratado de libre comercio, pese a las gruesas diferencias políticas que los separan por el diferendo sobre la salida al mar que reclama La Paz a Santiago desde hace un siglo.
Se sabe, además, que dentro del propio gobierno argentino hay discrepancias respecto del controvertido ALCA. Hay quienes, desde posiciones económicas y no políticas, miran el panorama con ojos parecidos a los de Lula. Sin embargo, no hay lugar para disidencias internas si lo que prima, como ocurrió en Mar del Plata, es la necesidad de Kirchner para consumo interno --y para agradar a un Chávez que le compra cuanto bono de la deuda emite el Banco Central-- de mostrarse duro con Bush y con el resto de los presidentes que sí alientan explorar la instalación de esa gigantesca frontera comercial.
Los recelos con Lagos, Lula y Tabaré, más la indefinición manifiesta con la que NK trata al paraguayo Frutos, podrían entenderse --además de los problemas bilaterales que tiene el santacruceño con cada uno de ellos-- por el costado de las diferencias entre esos mandatarios y su par argentino, a la hora de relacionarse con el inefable bolivariano. La Argentina es el único país que hoy alienta la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur. Los otros mandatarios discrepan con esa postura y creen que un hombre que ha instaurado lo que sus enemigos internos denominan "la tiranía del petróleo" puede traer más problemas que soluciones al de por sí jaqueado --por problemas comerciales, barreras arancelarias, etc.-- emprendimiento intrarregional.
Queda, como resultado de esta Cumbre, el sabor amargo de la recurrente inoperancia de las autoridades políticas que manejan las fuerzas de seguridad para evitar que los violentos destrozaran medio centro marplatense ante la enervante pasividad de los uniformados. También el dudoso privilegio argentino de ser sede de la primera cumbre en la que no se acuerda una declaración final. Es deseable que no termine siendo este pobre cierre una pírrica victoria del patetismo de algunos intolerantes frente a la posición mayoritaria del conjunto
¿Es posible que sólo Néstor Kirchner y Hugo Chávez tengan razón? ¿Resulta creíble, más allá del fulbito para la tribuna, que el resto de los por lo menos 29 presidentes, sobre 34 presentes en Mar del Plata, sean los equivocados?
No es sólo el planteo del mejicano Vicente Fox, enojado como pocas veces se lo ha visto frente a las cámaras de televisión, quien no dudó en plantear que, para terminar de ser países serios, lo primero a dejar de lado es el show mediático, y algunas actuaciones patéticas --cabría agregar desde este lado-- que nos alejan, más que nos acercan, en el caso puntual de la Argentina, de ese mundo al que tanto se declama que se quiere alcanzar.
El coronel bolivariano ha dicho en Caracas y en Mar del Plata, y lo ha puesto sobre papel en un documento temerario que denominó La Nueva Etapa, que el mundo regional se divide en dos ejes. Uno, que integran él, Kirchner y Lula, y otro que responde a los intereses del Pentágono en el que mezcla a Ricardo Lagos con sus colegas de Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador.
¿Lula? El presidente brasileño no sólo se tomó revancha en Mar del Plata de algunos desplantes que, en el pasado reciente, le dedicó Kirchner --fue el último en llegar y el primero en volver a su país--, sino que ha dado muestras de que está muy lejos de ese trío en el que, sin pedir permiso, lo ha metido el venezolano. Aun cuestionado políticamente en lo doméstico por sonados casos de corrupción que amenazaron con desangrarlo, el encuentro de hoy con George Bush en Brasilia y su posición favorable a un entendimiento por el ALCA bajo ciertas condiciones, hablan a favor de aquella prédica de Fox de no vender a nuestras sociedades sólo los malabares futbolísticos de Maradona, más que de un supuesto entendimiento político con Chávez y Kirchner.
Más todavía: ni hacía falta que algunos analistas locales y externos dijesen que, hoy por hoy, la prioridad de Estados Unidos no pasa por América Latina. Sin embargo, si hay algo en lo que todos coinciden, y la visita preferencial de Bush a Brasil es una prueba al canto, es que, dentro de ese desinterés norteamericano por la región, la única excepción es justamente su necesidad de establecer una asociación estratégica con el socio mayor del Mercosur. No con la Argentina y muchísimo menos con Venezuela.
Ser exitoso, como lo es el Chile de Lagos, hoy mirado y admirado como el mejor país desde el Río Grande a Tierra del Fuego, ¿es servir a los intereses del Pentágono? Kirchner se ha quedado después de esta cumbre --aunque ha ratificado un sesgo anterior a este tipo de encuentros-- más solo que nunca en el subcontinente. Y dejó sentado que su devoción enfermiza por Chávez y su empecinamiento en aislarse del resto de los países de la región forman parte de aquel patetismo vernáculo.
El presidente argentino destrató a Fox y le suspendió inopinadamente una audiencia prevista de antemano. Ya hizo saber que no irá el 20 del corriente mes a la celebración de los veinte años del Mercosur, por los problemas que tiene con Lula. Trató fríamente a un entrañable dirigente, como es el uruguayo Tabaré Vázquez, por el problema de las papeleras. Fox, Lula y Lagos mantuvieron interesantes reuniones bilaterales en el primer día de la Cumbre. Al mismo tiempo, los voceros argentinos se desesperaban por repartir el off the record de la charla entre Kirchner y Bush, especialmente cuando aquél le dijo que no era "un obsecuente" y que decía las cosas tal como las sentía. Más jueguito para la tribuna.
La verdad revelada en la jornada inaugural de la Cumbre y tras la audiencia entre los dos presidentes es imposible de manipular: Bush reclamó con mirada filosa que la Argentina respete los contratos, que provea a quienes quieren invertir en el país de la correspondiente seguridad jurídica y, de modo indirecto, aunque no hizo falta que los nombrara, que haya un nuevo trato para quienes compraron bonos de la deuda argentina y fueron defraudados por un canje unilateral e injusto.
Siempre resulta ilevantable, por lo demás, la pesada piedra que carga Kirchner cada vez que arremete contra el FMI y los organismos internacionales de crédito. Al organismo con sede en Washington le paga como el mejor sus obligaciones y ahora clama por ayuda de la Casa Blanca para refinanciar 5.000 millones de dólares que vencen a fin de año. Critica al Banco Mundial y al BID, pero acaba de aceptar un generoso préstamo de 750 millones de dólares que la segunda de esas entidades le dio para financiar planes de asistencia a familias que sobreviven con un subsidio estatal de 150 pesos.
¿Cómo confiar en un gobernante que se presenta como anfitrión de una cumbre de presidentes y manda, al mismo tiempo, a sus funcionarios y piqueteros aliados a despotricar contra Bush y el ALCA en la contracumbre? ¿No debió evitar el presidente, salvando la imposibilidad de influir sobre Chávez, que sus funcionarios participaran del repudio en el estadio mundialista, para no dejar patentizado que no se puede estar parado con un pie en cada orilla? Hubo presidentes importantes que dijeron en la Cumbre que no se puede estar con Bush y con Chávez al mismo tiempo. No se mezclan el agua y el aceite.
Kirchner no puede con su genio. Celebró la actuación de Chávez en el estadio y su ocurrencia de dar por enterrado el ALCA en algún imaginario cementerio marplatense. Pero no aceptó alivianar algunos párrafos de su discurso inaugural ante la Cumbre, en el cual fustigó con dureza a Estados Unidos y al mundo desarrollado, pese a que, en su encuentro privado con Bush, el jefe de la Casa Blanca --al margen de algunos mandobles-- le aseguró que intercederá ante el FMI y el Grupo de los 7 para que exista una mirada más benevolente hacia la Argentina.
No resulta temerario sostener que, a la luz de lo ocurrido en Mar del Plata, lo peor de la relación con la Casa Blanca todavía está por llegar. Bush dejó alguna puerta abierta para colaborar con Kirchner y sus necesidades de lograr un acuerdo factible con el FMI. Pero también quedó la impresión entre los observadores de que el mandatario norteamericano no tiene por estas horas ningún desvelo especial ni por la región ni por la Argentina. Y que el destrato recibido en la Cumbre puede llevarlo a decidir que el país se las arregle por las suyas cuando le toque sentarse a discutir con las autoridades económicas de Washington. ¿Reflotará en ese caso Kirchner, y en especial la aguerrida senadora Cristina Fernández, la idea de romper todo y pasar a "vivir con lo nuestro"?
Quienes pudieron filtrarse en charlas reservadas con el presidente Lagos lo escucharon preocupado por estas manifestaciones y por algunas muestras de intolerancia, especialmente a la hora de discutir sobre el área de libre comercio. Esos confidentes recordaron que Chile y Bolivia no tuvieron problemas en firmar un tratado de libre comercio, pese a las gruesas diferencias políticas que los separan por el diferendo sobre la salida al mar que reclama La Paz a Santiago desde hace un siglo.
Se sabe, además, que dentro del propio gobierno argentino hay discrepancias respecto del controvertido ALCA. Hay quienes, desde posiciones económicas y no políticas, miran el panorama con ojos parecidos a los de Lula. Sin embargo, no hay lugar para disidencias internas si lo que prima, como ocurrió en Mar del Plata, es la necesidad de Kirchner para consumo interno --y para agradar a un Chávez que le compra cuanto bono de la deuda emite el Banco Central-- de mostrarse duro con Bush y con el resto de los presidentes que sí alientan explorar la instalación de esa gigantesca frontera comercial.
Los recelos con Lagos, Lula y Tabaré, más la indefinición manifiesta con la que NK trata al paraguayo Frutos, podrían entenderse --además de los problemas bilaterales que tiene el santacruceño con cada uno de ellos-- por el costado de las diferencias entre esos mandatarios y su par argentino, a la hora de relacionarse con el inefable bolivariano. La Argentina es el único país que hoy alienta la incorporación de Venezuela como miembro pleno del Mercosur. Los otros mandatarios discrepan con esa postura y creen que un hombre que ha instaurado lo que sus enemigos internos denominan "la tiranía del petróleo" puede traer más problemas que soluciones al de por sí jaqueado --por problemas comerciales, barreras arancelarias, etc.-- emprendimiento intrarregional.
Queda, como resultado de esta Cumbre, el sabor amargo de la recurrente inoperancia de las autoridades políticas que manejan las fuerzas de seguridad para evitar que los violentos destrozaran medio centro marplatense ante la enervante pasividad de los uniformados. También el dudoso privilegio argentino de ser sede de la primera cumbre en la que no se acuerda una declaración final. Es deseable que no termine siendo este pobre cierre una pírrica victoria del patetismo de algunos intolerantes frente a la posición mayoritaria del conjunto



















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