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miércoles, 15 de febrero de 2012

Las verdaderas causas de la crisis argentina y mundial


Durante los últimos años, nada ha acaparado más los titulares periodísticos que la crisis económica que afecta a numerosas naciones, incluida la Argentina. ¿Cuál es el verdadero origen del problema? Examinemos algunos principios básicos.

Sin importar donde vivan, casi todas las personas están viendo afectado su presupuesto por el alza de los precios o de los impuestos, que seguirán aumentando en el futuro. Esto, sin mencionar la crisis presupuestaria, las descomunales deudas y los problemas de desempleo que amenazan cada día más tanto a ciudadanos como a gobiernos.
¿Cuál es la raíz de todos estos problemas?
Revisemos algunas realidades básicas sobre economía para poder entender más y mejor la crisis financiera que afecta al mundo entero.

La economía se basa en conductas y decisiones.

Toda la interacción económica se debe a que los seres humanos expresan sus deseos y necesidades mediante una acción deliberada, con el propósito de mejorar sus circunstancias.
En el centro de las decisiones económicas se encuentran nuestras limitaciones en cuanto a expectativas de vida y recursos.
La manera en que distribuimos y priorizamos nuestros recursos refleja nuestros pensamientos, apetitos y valores. Es por esta razón que la economía tiene que ver mucho más con nuestro comportamiento y con nuestras opciones que con el dinero.
“De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6,45), es decir, que las palabras de una persona evidencian los valores que motivan sus pensamientos.
De igual forma se podría decir que “de la abundancia del corazón de una persona habla su billetera”, ya que las personas gastan su dinero en las cosas que les interesan.
El respetado economista Carl Menger comienza su libro Principios de Economía Política, escrito en 1871, con la siguiente afirmación: “Todas las cosas se hallan sujetas a la ley de causa y efecto”.
Pero no solo efectos materiales, también están los espirituales. La Biblia, también, está llena de cusas y efectos espirituales: como las bendiciones y maldiciones descriptas en el Deuteronomio; “Cosechamos lo que sembramos” (Gálatas 6,7).
Tanto nuestro comportamiento como nuestras decisiones tienen siempre consecuencias espirituales, y a menudo, también económicas.

¿Cómo se crea la riqueza?

Desde el principio de la humanidad los seres humanos han desarrollado y creado cosas. Han pescado, cazado y domesticado animales. Han extraído minerales de la tierra. Han inventado herramientas y realizado objetos de arte. Y aunque cada cual tiene preferencias distintas, nuestra riqueza está constituida de las cosas que valoramos.
Parte de esa riqueza se manifiesta mediante la posesión de una casa, muebles u otras pertenencias. Nuestra riqueza también incluye nuestras capacidades y habilidades laborales para ganarnos la vida.
Algunas formas de riqueza se transforman fácilmente en dinero, pero otras no.
Un magnífico ejemplo de estas formas de co-creación de riqueza se encuentra en aquella alabanza a una esposa ingeniosa y muy trabajadora. Aunque esta esposa tiene muchas virtudes, la carpintería no se menciona como una de ellas. Lo que nos permite suponer que cuando amplió su cuarto de costura, contrató carpinteros, y que estos carpinteros probablemente subcontrataron herreros para los trabajos con metales. (Proverbios 31, 10-31).
Cuando las personas eligen su propio oficio se produce la división del trabajo, un factor vital en la creación de riqueza.
Otro factor en la creación de la riqueza es el libre intercambio. De hecho, el libre intercambio es la única forma de interacción económica a través de la cual la riqueza de todos los involucrados aumenta. El libre intercambio se puede ver en muchas parábolas, como por ejemplo la de la perla preciosa (Mt. 13, 45-46)
El último factor importante en la creación de la riqueza es el ahorro.
La riqueza usada para comprar nuevos equipos o para empezar nuevos negocios puede provenir solamente de lo que las personas han ahorrado. Mientras más se haya podido ahorrar, más riqueza hay disponible para ser usada como capital en las inversiones, lo que genera mayor productividad laboral y nuevas oportunidades para crear más riqueza.
Por supuesto, la riqueza total aumenta solo por la actividad que produce más riqueza de las que consume. Necesitamos darnos cuenta que la riqueza y el dinero no son exactamente lo mismo.
De hecho, esta confusión es en cierta medida una de las causas de la crisis financiera actual.
Esta crisis demuestra que la riqueza puede ser adquirida por medios ilegítimos, como por ejemplo, cuando se les quita a los demás por medio de la violencia, la coerción, el fraude o la deshonestidad, perpetrados por privados o por el gobierno.

¿Qué es el dinero?

El concepto de dinero surgió por la necesidad de dividir un artículo de gran valor, como por ejemplo una vaca, cuando era negociada un por algo de menor valor.
El dinero debe ser fácilmente divisible, durable y fácil de trasladar. El dinero tiene tres funciones: es un medio de valor intercambiable, una forma de acumulación de riqueza y una unidad de cuenta.
Por ello, no se debe confundir al dinero con la riqueza que representa.
La riqueza en forma de grano o ganado se puede cambiar por dinero, y este a su vez por comida. Observemos que la riqueza se mantiene aunque su forma cambie.
Hoy es común que las personas mantengan solamente una fracción de su riqueza total en el banco, y una fracción aún menor en sus bolsillos, como dinero en efectivo.
Cuando el dinero está hecho de algo que tiene valor en sí mismo, como el oro o la plata, ese dinero tiene su propio valor intrínseco además del que le otorga el gobierno.
Tal dinero se adquiere intercambiando valor por valor, y ese valor difícilmente puede ser influenciado o manipulado por terceros, como el gobierno, por ejemplo.
Cuando el dinero es solo un pedazo de papel, su valor está inicialmente determinado por ley del gobierno que lo creo.
Un billete de papel moneda, o una tarjeta de plástico o cartón (de crédito, debito o prepaga / recarga para transporte público o carga de teléfonos) no tienen casi ningún valor en sí mismos. El dinero electrónico ni siquiera existe en forma física.
Por otro lado, el dinero en si mismo está sujeto a la ley de oferta y demanda. Si la oferta de dinero en circulación aumenta, su valor declina, por lo tanto, se necesita más cantidad para comprar las mismas cosas.
El papel moneda puede ser impreso a voluntad. El suministro de dinero electrónico puede ser cambiado presionando el botón de una computadora. Pero si el oro o la plata se usan como dinero, la cantidad disponible para ser usada no puede ser cambiada súbitamente, ni según el capricho de algún político.

La Inflación es una forma de robo del estado al ciudadano

Cuando el gobierno gasta dinero recientemente fabricado por simple decreto, dinero sin respaldo (en metales preciosos, u otros bienes o divisas), la riqueza que este dinero representa proviene de todos los que lo poseen, pero ahora, con un valor monetario diluido, menor.
Más Pesos (bolívares, yenes, euros, dólares o rupias, da igual) están a la caza de la misma cantidad de productos y servicios.
Esto deriva en la alza de los sueldos y de los precios, generando un efecto llamado inflación. En la actualidad es una forma sutil de robo generado desde el Estado. Con la inflación el mayor perjudicado será el que menos tiene.
Lo importante es entender que no importa cuánto sume el valor de los billetes que recibe en el sueldo, sino lo que puede comprar con ellos.
Además hay otras nefastas consecuencias de la emisión de dinero espurio causa de la inflación.
Debido a que las personas valoran más el recibir de forma inmediata, el dinero tiene un valor de tiempo. Cuando se combina con riesgo, esto deriva en el concepto de interés.
Cuando las personas piden dinero prestado, lo que realmente se les presta es la riqueza que ese dinero representa.
Quien presta, lo hará libremente solo si se le asegura que podrá recuperar su dinero y será recompensado por el riesgo que toma.
Pero si hay inflación durante la vida del préstamo, quien prestó recuperará menos dinero. En este caso quien prestó tendrá una desventaja y el que pidió prestado tendrá una ventaja. Cuando se pide un préstamo que dura décadas, incluso un poco de inflación puede destruir una considerable fracción de la riqueza devuelta al prestador.
Por ejemplo, a una tasa de inflación del 4% en 20 años, el valor de 1 peso se reduce a 46 centavos.
Cuando el gobierno infla el valor del dinero, destruye la cantidad de riqueza que se está pagando a largo plazo en préstamos y contratos. Usted trabajo un mes por el valor equivalente a 10 televisores y al recibir su sueldo solo podrá comprar 8.
Es lo mismo que tener balanzas alteradas. Es una forma de robo generada desde el estado.
Las deudas a largo plazo de mayor envergadura son aquellas en que incurren los gobiernos. Los funcionarios de gobierno pablan abiertamente (o no) de imprimir dinero nuevo con el que van a pagar el interés de la deuda anterior. Pero nada de este dinero impreso crea algún recurso o riqueza nueva.
La impresión de dinero puede solamente inducir a una etapa temporal de prosperidad, que se desvanece cuando la impresión de dinero se detiene.

¿Qué se puede decir de los precios?

Los precios tienen dos funciones en una economía. Primero facilitan el intercambio de valor por valor.
Solemos equiparar el dinero con la riqueza porque cuando vamos de compras, tomamos en cuenta los precios monetarios, no los precios en términos de horas de trabajadas, toneladas de trigo o barriles de aceite.
Por otro lado, los precios nos informan sobre el valor relativo de las cosas, enviando señales que ayudan a todos a ajustar sus propios planes y expectativas. También ayudan a establecer los niveles de producción.
De esta manera, los precios nos permiten hacer fácilmente juicios acerca del valor relativo. ¿Debemos trabajar una hora extra o ir al cine? ¿Es este par de zapatos mejor que este otros?
Cuando un tercero se inmiscuye en la economía, se distorsionan las señales acerca de los valores relativos del sinfín de productos y habilidades laborales.
Estas distorsiones dan origen a decisiones y planes errados acerca de posibles inversiones. Especialmente cuando es el gobierno quien se entremete en el sistema monetario y distorsiona el valor temporal del dinero manipulando las tasas de interés. Estas decisiones causan lo que Ludwig von Mises llamó mala inversión. Por ejemplo cuando se genera el fomento de cierto bienes de consumo. Por ejemplo: bicicletas, electrodomésticos, computadoras, aire acondicionados, etc. para “fomentar la industria del país” o a ciertos sectores (jubilados, estudiantes, etc.)
Se otorgan muchos préstamos (garantizados por el estado) a muchas personas con un historial de índice crediticio bastante deficiente. Este dinero fácil permitió a los compradores ofrecer más dinero por esos bienes. Los constructores vieron esto como una señal para construir más, e invertir en características mejoradas. Como resultado, las compañías de suministros construyeron nuevas fábricas. Los inversionistas vieron estas señales de precio como verificación de que la economía estaba estable, y así sucesivamente.
En cierto punto, muchos se dieron cuenta que los propietarios no podían sostener el nivel de deuda en que habían incurrido y que muchos no pagarían sus préstamos.
Esto originó un torrente de señales que hicieron que la economía se retrajera y contrajera.
“¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?” (Lucas 14,28).
Pero aún, en el caso en que se logre calcular hasta el último centavo de los costos de un proyecto grande, si el valor de la moneda cambia durante el tiempo de desarrollo del proyecto, no puede contabilizarse el costo en términos de riqueza. Peor aún, no se puede anticipar con certeza si el negocio nuevo generará más riqueza de las que consume. Así es como se introduce la incertidumbre y el riesgo en el cálculo de la economía privada, mediante la manipulación del dinero hecha por el gobierno o como resultado de los esfuerzos de éste para influir directamente sobre los precios.
Si las señales erróneas de precios engañan a las personas para que aprueben un proyecto que disminuye sus riquezas, ellas pueden terminar perdiendo todos sus bienes.
Von Mises explicó que una economía con niveles significativos de intromisión gubernamental era insostenible, a pesar de esto, este patrón lo hemos visto repetirse una y otra vez en nuestro país y alrededor del mundo.

Intervención del gobierno en el trabajo

Los gobiernos generan sus fondos para gastar mediante la promulgación de impuestos, pidiendo prestamos, emitiendo dinero, bonos o aumentando los créditos.
Esto se logra permitiendo que los bancos presten múltiples veces la misma cantidad depositada.
Cualquier aumento de préstamos por parte de un banco central trae como consecuencia la creación de una nueva deuda, que conlleva una obligación de pagar intereses.
Cuando el gobierno intenta estimular la economía inflando o prestando para financiar proyectos y esos proyectos fracasan y no producen suficientes beneficios económicos como para cubrir sus costos, son los ciudadanos quienes deben pagar los intereses. Esto se convierte en un problema presupuestario cuando los ingresos son insuficientes para pagar las necesidades habituales y ayuda a los indigentes.
Es la consecuencia de planes sociales que en vez de sacar de la indigencia, restituyendo al damnificado al mercado, lo estimulan al clientelismo. O la financiación de empresas improductivas, como la realización de espectáculos gratuitos o subvención de empresas deficitarias.

Las causas fundamentales son espirituales

Sin derechos de propiedad, un libre mercado, la información del precio que permite calcular la ganancia, la capacidad de ahorro e inversiones de esos ahorros, un dinero honesto (de valor real y no inflado), y un gobierno del estado en que se pueda confiar, es imposible que una economía crezca.
Individualmente, las personas no pueden destruir a gran escala los derechos de propiedad ni distorsionar el valor del dinero, pero los gobiernos si pueden. Y por desgracia lo hacen frecuentemente.
Sin embargo, los gobiernos a menudo reflejan el carácter y los valores –y las demandas- de las personas que ellos representan.
“Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1,14). Aquí yacen las raíces de nuestra actual crisis.
Nuestro deseo de vivir más allá de nuestros medios individuales y colectivos, o de esperar que otros nos rescaten si estamos haciendo un mal negocio, es lo que ha incrementado la codicia individual y colectiva.
Pensamos que podemos vivir a expensas de otros, incluso si el gobierno tiene que imprimir o pedir prestado dinero para pagar por ello. Pero nadie tiene la autoridad de tomar de otros lo que puede proveerse solo. El pecado de la codicia desemboca en el pecado del robo.
Se nos dice que “podemos ser más prósperos cuando repartimos la riqueza de otros”, pero esto no conduce al aumento de la prosperidad, excepto para los pocos beneficiarios del favoritismo del gobierno.
Así, deberemos vivir con las consecuencias de nuestro comportamiento y opciones colectivas, consecuencias que podríamos haber evitado:
“No se engañen, Dios no puede ser burlado: Todo lo que el hombre siembra, es lo que recogerá”. (Gálatas 6,7)

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