LA CANCHA DE RIVER

LA CANCHA DE RIVER

Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse

El epicentro de poder de la Republica Argentina fue visto allí.

Estaban… ella y él. Los famosos déspotas del bar de la esquina.

Y ya… sin necesidad de control remoto… delante de ellos… se movía y gesticulaba un humanoide.

Una excrecencia de Frankenstein, que sabe 24 palabras del diccionario.

Era un viernes 15 de octubre. No era un 17

“La espontaneidad de los peronistas progre es tan trucha que no alcanza ni siquiera para que acepten ser llevados en micro a festejar un 17 de octubre que haya caído en domingo. Un domingo cuesta el doble arrancarlos de las poltronas y separarlos de las damajuanas” Alasacia

Cualquier mafioso es, en esencia, obediente y conocedor muy cabal del rígido esquema piramidal de la disciplina interna de esa organización a la que sirve. En sus escalas más bajas son genéticamente sumisos.

Su pellejo, mucho más que su sustento, depende de sus niveles de obediencia ciega.

Los mafiosos ascienden en una escala críptica que no se vincula tanto a su arrojo o a su eficiencia sino acaso en forma exclusiva, a su espíritu de subordinación y al respeto por las jerarquías de su célula.

Estos déspotas del bar de la esquina como todo lo que hacen se les escapa de las manos… hace rato prendieron fuego a sus barcos.

Y no por coraje … sino por imbéciles.

Están entrampados ahora… en manos de una especie zoológica que ellos mismos han diseñado: El “Colobus Satanás” (el colobo negro) .

Un simio de la especie más cercana al ser humano que se conoce.

Dañino y peligroso.

Un déspota no ilustrado que se rodea de mafiosos, empieza a labrar su propia ruina apenas empieza a equipararse con su jurisdicción de poder

Si elige el rumbo oneroso de “tercerizar” mafiosos, puede luego argumentar cualquier cosa, menos su propia ignorancia acerca de las tropelías que las bandas bajo contrato, operan al socaire de su gran paraguas de poder discrecional.

Pero existe un punto de inflexión en el uso casi desenfrenado de “bandas de apriete” por parte de un tirano, que ocurre cuando este advierte que su propio poder puede llegar a estrellarse en muy poco tiempo, en manos de quienes él mismo ha ido “forrando” de dinero y de facultades ilimitadas para la consumación de las acciones directas.

Al principio suele construir la hipótesis de regular sus trapisondas mediante el cierre o la apertura del grifo logístico.

Pero muy pronto toma conciencia de que, junto con la transferencia de los controles discrecionales, ha transferido también un considerable segmento de poder jurisdiccional de muy difícil recuperación.

Y son precisamente los sectores controlados quienes sustituyen, en muy poco tiempo la logística del dictador, pagando gavelas protectivas que hasta llegan a superar holgadamente las partidas de aquel grifo generoso.

Así pues, muchas bandas, en un estado de virtual independencia, y habiendo generado sus propias jerarquías internas, intuyen que es factible colapsar la tercerización sin demasiado estrépito.

La obediencia de su esquema se preserva, pero poco a poco se va extinguiendo “amablemente” el contrato con el poder central.

El mafioso conoce los riesgos terribles de “morder la mano”, pero suele tener buenos reflejos para saber en que momento preciso los “premios” pueden llegar a compensar con creces el castigo.

Entonces el dictador, teme hasta por el envenenamiento de su comida y, sus desconfianzas primarias, van directo a engrosar su propio catálogo de odios y rencores más cerriles.

La vastedad de todos sus virreinatos, es una función directa de la dependencia crematística de sus virreyes por lo que, cualquier atisbo de autonomía no es otra cosa que un claro síntoma de enemistad inminente.

Quien no es lacayo o mercenario, es un enemigo muy peligroso.

El sistema funciona como una “Omertá”, en donde las bases, que al principio fueron cooptadas con un sistema de beneficios dispuestos por el déspota, son ahora alimentadas por el mafioso contratado.

Y el reflujo de esas “bases”, le produce al mafioso, más ingresos que los que vienen desde el dictador.

Antes bien, cuando se desata la “anarquización mafiosa” se puede avizorar muy fácil el preludio de un gran desastre por delaciones, arrepentimientos y cambios violentos de camiseta de un minuto para el otro.

En Sicilia ocurrió igual:

El juramento de la Omertá se mantuvo hasta los últimos años de la década de los 70, cuando hombres como Jimmy "comadreja" Fratianno y Tommasso Buscetta se convirtieron en informadores o, tal como son llamados en italiano, los "pentiti".

A cambio de inmunidad, protección policial y la creación de nuevas identidades, los "pentiti" (arrepentidos) comenzaron a revelar nombres y detalles de sus antiguos colegas.

Un gran número de mafiosos en Italia y en los Estados Unidos fueron encarcelados.

La mafia reaccionó pues de la única forma en que podía hacerlo:

Con extrema violencia. En Italia, el jefe de las fuerzas anti-mafia, el general Alberto Dalla Chiesa, fue asesinado en 1982.

El término "mafia" como tal, aparece por primera vez entre 1862 y 1863 cuando se representó en Palermo con un gran éxito el drama popular de Giuseppe Rizzoto y Gaetano Mosca titulado "I mafiusi di la Vicaria".

La representación de esta obra hizo de la palabra Mafia una expresión corriente para designar a los grupos de individuos violentos y temibles, ligados entre ellos por misteriosos lazos secretos y dedicados a actividades delictivas o inconfesables.

A nadie le consta que sea una sigla : “Morte A Francia Italia Anhela”

Básicamente “I mafiusi de la Vicaria” eran en verdad al principio bandas mercenarias para las que, cualquier contratante se convertía luego en el “Capo Mafia”.

Varios presidentes de naciones conocidas eligieron el método de tercerizar mafiosos con la “caja” del Estado y cayeron luego víctimas de poderes muy superiores a ellos que germinaron paradójicamente desde su propio alimento logístico.

Salinas de Gortari en México, es uno de los ejemplos más conocidos.

Y cualquier parecido de todo este entramado, con el augusto Gobierno Nacional de carteristas y tránsfugas de la moral de la raída República Argentina, es… como siempre… pura coincidencia.