
Río Negro - 15-May-10 - Opinión
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Editorial
Remedios indoloros
Puesto que en diversas ocasiones la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ha pronunciado contraria por principio a los "ajustes", el ministro de Economía, Amado Boudou, no pudo sino criticar el plan de rescate con que los gobiernos de la Eurozona y el FMI esperan impedir que Grecia caiga en bancarrota. Si bien la Argentina, como país miembro del FMI, votó a favor del plan, Boudou lo calificó de "un desastre" por el impacto negativo que con toda seguridad tendrá sobre la población griega y porque a su entender "no trabaja sobre la estructura económica del país para potenciar el crecimiento y el desarrollo". Parecería, pues, que Boudou está convencido de que, frente a crisis como la protagonizada por Grecia y otros países del "Club Mediterráneo", los demás deberían limitarse a aportar el dinero necesario para que paguen sus deudas sin exigir nada desagradable a cambio, ya que en su opinión modificar "las estructuras económicas" para asegurar el crecimiento y el desarrollo podría ser un proceso indoloro sin perdedores.
Se trata de un planteo muy simpático, de eso no cabe duda, pero a juicio de los líderes de países como Alemania que tendrán que aportar miles de millones de euros al fondo de emergencia que acaba de anunciarse dista de ser realista. Desde su punto de vista, resignarse a subsidiar a los griegos primero y, más tarde, a los españoles, portugueses e italianos para que puedan ahorrarse los rigores de un "ajuste" no sólo sería muy injusto sino que también garantizaría que las dificultades continuaran agravándose. Como aseveró el vocero del gobierno de Suecia, país que, como el Reino Unido, no forma parte de la Eurozona y por lo tanto no se siente obligado a respaldar el euro, "nuestros contribuyentes no están dispuestos a financiar a los griegos que se jubilan a los 40 ó 50 años".
Por desgracia, no hay ninguna salida sencilla para países que se endeudan hasta el cuello sin aprovechar el dinero recibido para mejorar las "estructuras económicas" cuando hacerlo hubiera sido relativamente fácil. Mientras puedan, todos se aferrarán a los derechos adquiridos que se las han arreglado para conseguir sin prestar atención a las advertencias de quienes les dicen que a la larga será imposible financiarlos. En Grecia, como en la Argentina, las distintas corporaciones -políticas, sindicales y empresariales- han sido lo bastante poderosas como para frustrar todos los intentos de instrumentar cambios destinados a permitir que el conjunto sea más competitivo. ¿Aceptarían reformarse si los gobiernos de otros países siguieran enviándoles cheques en blanco, como sostiene Boudou? Por desgracia, no hay motivos para creerlo. Antes bien, se sentirían reivindicadas y se resistirían con tenacidad aún mayor a perder los privilegios a los que se han acostumbrado.
En base a la experiencia nacional en la materia, nuestro gobierno dio a entender que dadas las circunstancias a Grecia le convendría abandonar el euro, lo que le permitiría emprender "una reprogramación de deuda voluntaria", o sea, entrar en default para entonces ofrecer a los acreedores un canje leonino. Tal alternativa tendría sus méritos, pero por ahora cuando menos los griegos la repudian por entender que equivaldría a resignarse a perder cada vez más terreno frente a los alemanes y otros europeos. El desarrollo económico siempre acarrea "ajustes" por parte de individuos, empresas y los distintos sectores. Es por este motivo que en sociedades tan conservadoras como la griega -y la argentina- se llega periódicamente a situaciones en que hay que optar entre cambios traumáticos por un lado y, por el otro, paliativos que sirven para que todo quede más o menos igual. Puede que al comprometerse a llevar a cabo el ajuste reclamado por sus socios de la Eurozona el gobierno griego haya cometido un error muy grave y que, a pesar de los sacrificios, su país siga siendo incapaz de acortar las distancias que lo separan de Alemania, Holanda y Francia, pero por razones de orgullo nacional prefiere arriesgarse procurando ajustarse a imitar a la Argentina, cuyo gobierno no parece tener ningún interés en asuntos tan antipáticos como la productividad, la competitividad y los esfuerzos necesarios para que la mayoría de sus habitantes, no sólo una pequeña minoría, pueda disfrutar de un nivel de vida digno.
1 comentario:
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