Ya está aquí. Cientos de miles de fans en todo el mundo ya han disfrutado de La Guerra de las Galaxias: Los últimos Jedi, la nueva entrega de la saga de las sagas. Y quienes han visto el Episodio VIII saben que tras dos horas y media de trepidante aventura, les espera un final intenso... que de propina regala una escena final que puede ser clave en el futuro de la franquicia.
No se trata de una escena post-créditos, la fiebre del cine de superhéroes no ha tomado todavía la saga creada por George Lucas, pero sí hay una secuencia separada de la trama principal y que regresa, interesadamente, a uno de los escenarios que aparecen anteriormente en el filme.
Recapitulemos. Tras el glorioso y sorprendente enfrentamiento final entre Luke Skywalker y Kylo Ren a las puertas de la vetusta base de la resistencia del salado planeta Crait, se revela el gran truco Jedi. El personaje de Mark Hamill nunca estuvo en realidad allí. Era una especie de holograma, una suerte de proyección, que desde su retiro en el planeta Ahch-to se plantó ante su sobrino Ben Solo y ante las fuerzas de la Primera Orden para ganar un poco de tiempo y darle así la oportunidad a Poe Dameron, Finn, Leia y el resto de los pocos efectivos que le quedan a una diezmada resistencia.
En ese último diálogo entre Kylo Ren y Luke, el maestro Jedi revela que, de hecho, él no será el último Jedi, aunque quemó junto al maestro Yoda casi todas las reliquias de la orden que aún estaban en Ahch-to. Luego se ve a Rey levantando un montón de pesadas rocas para que sus amigos escapen... y todo hace indicar que Skywalker se refiere en su frase a ella. Pero poco después Johnson decide dar una vuelta de tuerca más para terminar el film.
La última escena:
En esta última secuencia la película nos lleva hasta uno de los establos de Canto Bight, la ciudad Casino a la que Finn y Rose Tico acudieron para encontrar un hacker que les permitiera burlar el rastreo de la nave de la Primer Orden a través del hiper espacio.
Es de noche y un hombre da voces a unos niños esclavo que se encargan del mantenimiento de los colosales animales que corren en las carreras en las que apuestan los ricos visitantes de esta ciudad casino galáctica. Uno de los niños coge una escoba y comienza a barrer... y ahí está la clave. Que no la coge, la lleva hasta su mano levemente con un movimiento que recuerda a la Fuerza. Uno segundos después, el niño agarra esta escoba, y la sostiene como si de un sable de luz se tratara mientras mira hacia el cielo. Una luz deja su estela en el firmamento y la cámara se dirige hacia la mano del niño que lleva puesto el anillo con el emblema de la Alianza Rebelde que le regaló Rose Tico.
En este punto hay que insistir en las reflexiones que sobre la Fuerza ha desgranado la película. Deja claro que la Fuerza no proviene de un linaje, como el de los Skywalker, sino que está presente en todo y en todos. Y, por tanto, va más allá incluso de los alumnos que Luke entrenó en su escuela Jedi hasta que Kylo Ren se reveló.
Y la Fuerza prevalecerá sobre el propio Luke que se desvanece en su última escena de la película como ya hicieron otros legendarios jedis tales como Yoda, Obi-Wan o el propio Anakin Skywalker, su padre. Es decir, que la Fuerza, que despertó en esta primera película de la nueva trilogía personificada en Rey, no solo se levanta en la joven sino que se a despertado en muchos puntos de la galaxia.
Pese a que la Resistencia sufre tremendas bajas, Luke Skywalker, en su monólogo final, asegura que la Rebelión es más fuerte que nunca. Puede que al mostrar a ese joven sensible a la Fuerza que vive oprimido, anuncia cuando se corra la voz y gente como él se sume a la lucha contra la Primera Orden, la balanza se inclinará de su lado.
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