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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?


EL PUEBLO QUIERE SABER: Todos los días se descubren nuevos actos de latrocinio y corrupción del kirchnerismo / Albertismo . ¿Cuánto le costará al país los desmadres del KIRCHNERATO?

martes, 19 de noviembre de 2013

RÍDICULA

Volvió más ridícula que nunca Por Agustín Laje (*) Pasaron cuarenta y cinco días, pero al fin volvió. Y lo anunció a través de un irrisorio video que, de no haber salido de su cuenta oficial de Twitter –ese chiche con el que Cristina se siente una quinceañera de sesenta años escribiendo en “spanglish”–, más de uno la hubiera confundido con Fátima Flores, la imitadora de Cristina Kirchner en el programa de Jorge Lanata. “¿Florencia, podemos empezar?”, le pregunta al inicio del video Cristina a su hija, quien no se ve en la filmación –por fortuna– pero quien, presuntamente, como estudiante de cine que es, maneja la cámara filmadora. Esto es: la enciende y la apaga. Nadie puede negar que Florencia, al lado de su hermano, sea un ejemplo de laboriosidad. “¿A esa cámara tengo que mirar o a la tuya?”, pregunta seguidamente Cristina, sentada en un sillón blanco, con aires de diva. Y el video no es editado. No se recortan estas posadas improlijidades iniciales. La intención consiste en que los espectadores nos sintamos viendo el atrás de cámara o, mejor dicho, viendo a Cristina como si la cámara no mediara entre ella y nosotros. En efecto, Cristina quiere ser diva, y las divas se caracterizan por su espontaneidad y frescura; por esa naturalidad que las muestra en todo momento como si estuvieran atrás de cámara, algo que la Presidente, aunque se esfuerce en sus muecas poco agraciadas y su hija omita la fase de edición, jamás podrá lograr. Lo cierto es que a Cristina le fascina el show. Hace de la política, como la mayoría de los populistas latinoamericanos, un espectáculo. Ella cree –o le hacen creer– que hablando como oligofrénica sobre trivialidades sin ningún grado de trascendencia pública se acerca más a la gente, a la que, en el fondo, considera idiota. Y es que su relación con el pueblo no puede ser mediada por instituciones, como ocurre en cualquier país civilizado y republicano. Antes bien, un video casero, filmado por su propia hija –a quien destaca en reiteradas ocasiones en plena grabación–, distribuido por Twitter y YouTube, comunica a los argentinos la situación de una Presidente que se ausentó de sus funciones por cinco semanas y que generó no poca incertidumbre. Pero el objetivo principal no es contarnos que su salud está bien; esa es en todo caso la excusa. Mucho menos es comunicarnos asuntos vinculados a su ejercicio en la presidencia de la Nación; para eso prefiere meterse en todos los hogares a través de la omnipotente Cadena Nacional. El objetivo fundamental de la filmación, al contrario, es difundir la imagen de una Cristina Kirchner rejuvenecida, divertida, renovada, diciendo “nada” a cada rato, más próxima a una vedette de baja estofa que a la diva que quisiera ser y, por supuesto, que a la Presidente que es. En efecto, Cristina ocupa el grueso de la filmación en contarnos y mostrarnos los regalos que recibió tras su operación: desde flores enviadas por la apologista del terrorismo internacional Hebe de Bonafini, pasando por muñequitos, cartas de amor, rosarios y estampitas, hasta un peluche gigante con forma de pingüino y un perro traído directo desde Venezuela por el hermano del difunto dictador Hugo Chávez, al que Cristina bautizó “Simón”, en homenaje a Bolívar. El mismo día en el que el gabinete nacional sufre un cambio que probablemente profundizará el nivel de autoritarismo gubernamental, así nos enteramos del regreso de Cristina: a través de un mensaje de connotaciones tragicómicas que, según desde el ángulo en el que se lo mire, puede causar risa o llanto. Así funciona, pues, el populismo: entre la farsa y la tragedia. En tanto, nos anoticiamos que el año que viene Cristina tendrá una productora televisiva propia que registrará todos sus movimientos y que estará disponible exclusivamente para ella las 24 horas del día. ¿El costo de esta paparruchada? 52 millones de pesos. Mire el video de Cristina y empiece a acostumbrarse a lo que viene. (*) Agustín Laje es coautor del libro “Cuando el relato es una FARSA”. @agustinlaje | agustin_laje@hotmail.com La Prensa Popular | Edición 251 | Martes 19 de Noviembre de 2013

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