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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?
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EL PUEBLO QUIERE SABER:
domingo, 8 de mayo de 2011
CARNE PARA TODOS
Samid - Bruzzese: Secretos, peleas y negocios de los dueños de “Carne para todos”
Uno maneja 80 carnicerías. El otro distribuye carne en el conurbano. Son millonarios. Se benefician con el plan oficial que vende barato. Y compiten. Sus curiosos amigos.
Gerardo Young
Los dos nacieron en la pobre La Matanza y ahora son millonarios. Los dos compiten por la amistad de Guillermo Moreno. Los dos son carniceros militantes, ultraoficialistas, exuberantes y peronistas. Son Alberto Samid y Ricardo Bruzzese, los empresarios de la carne preferidos de la presidenta Cristina Kirchner.
Lo que a simple vista parece una postal de vidas paralelas, en realidad no lo es tanto. Son parecidos, pero también diferentes y hasta opuestos, por algo están enfrentados y no se quieren. Lo que los une es la política oficial para la carne, ahora el plan “Carne Para Todos” -lanzado hace 10 días-, un programa manejado por el capricho del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, quien les deriva a los carniceros amigos del Gobierno carne barata que le exige a los frigoríficos exportadores.
El programa tiene una incidencia mínima en el mercado, ya que abastece como mucho al 1 por ciento de los consumidores. Pero al Gobierno le sirve para mostrarse activo en el auxilio a los pobres -la carne barata se vende ahora en barrios marginales- y para medir a su gusto el índice de precios de los alimentos.
¿Para qué les sirve a Samid y Bruzzese? Los frigoríficos afectados al plan les deben entregar carne a un valor inferior al del mercado, por ejemplo, a $8,60 el kilo de asado. Samid, Bruzzese y otros luego venden ese mismo asado a $10,50. Aunque todos los empresarios de la carne admiten que esos valores dejan muy poco margen de ganancia (hay que descontar los gastos de transporte), otros sospechan que se puede hacer trampa y colocar la carne barata en la industria, donde se paga el kilo de carne a 18 o 20 pesos, para la fabricación de hamburguesas o chorizos. Samid y Bruzzese lo desmienten. O bueno, en realidad sólo Bruzzese lo desmiente: “Es imposible, si Moreno nos controla todo el tiempo”, dice, aunque admite que él le saca provecho político, ya que puso un camión para vender la carne por los barrios pobres y promociona, de paso, su candidatura a intendente de La Matanza. Samid es más sugerente: “Si algunos revenden la carne más cara, a mí no me consta”. ¿Un palo oculto para el otro carnicero oficialista?
Para encontrar respuestas, corresponde hablar con ellos. ¿Dónde? Que ellos elijan. Bruzzese prefiere su oficina en el lujo de Puerto Madero, un piso que era de Jorge Guinzburg, de quien dice haber sido amigo. En el garaje del edificio guarda alguno de sus autos de lujo, importados, esos a los que accedió en los últimos tiempos, cuando pasó de simple carnicero a un millonario del negocio, lo que valió un apodo que se dice a sus espaldas, “Ricky Ricón”. “Me gustan los autos, ¿por qué no me los puedo comprar?”, protesta.
Samid, más simple, elige para la entrevista su oficina del Mercado de Liniers, una oficina sin tele ni lujos, pero donde maneja plata en efectivo de a fajos de diez mil.
Así son ellos, cada uno a su estilo. Un traje impecable para Bruzzese; jogging y pullover para Samid. Peinado con spray para Bruzzese; la melena canosa y revuelta para Samid. Los dos, eso sí, con las panzas ampulosas que la caricatura le regala a los que venden carne. ¿Si son muy peronistas? Bruzzese tiene la marcha en el ringtone del celular, las fotos de Eva y del General en su escritorio, al lado un afiche de su campaña para La Matanza, caminando codo a codo con Cristina. Ese mismo afiche es el que muestra cuando vende carne barata en el conurbano y que ha pegado por toda La Matanza. Dicen cerca suyo que se los paga el Gobierno y que él pone de su bolsillo “a los pibes que se ocupan de la pegatina”.
Samid ya ha pasado por la política. Fue diputado provincial en los ochenta y asesor presidencial en los primeros meses del menemismo. Su partidismo es también exuberante. En su tarjeta de presentación, se declara “matancero peronista” -la tarjeta también dice tenerle bronca a Mauro Viale, pero ese es otro tema- y decoró su oficinita con un poster que firma como “militante del gobierno nacional y popular”. También cuelga una foto en la que se lo ve levantando una copa, abrazado nada menos que con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli. Esa imagen no es azarosa. Samid es amigazo de Scioli y comparten una pasión que practican con destreza: el ajedrez, donde se lucen y compiten cada fin de semana en Villa La Ñata,en la casa de Scioli. “Ya le gané dos copas, pero él juega muy bien”, dice Samid, chicanero.
Samid es famoso, claro. “El rey de la carne”, dicen sus afiches del conurbano, donde se lo ve vestido de Papá Noel con corona. Hijo de un inmigrante sirio, alguna vez llevó una vaca al Obelisco para reclamar por su sector y acaba de escribir un poema en contra del Nobel Vargas Llosa. Hoy maneja 80 carnicerías y es el segundo comprador del mercado de Liniers, detrás de Coto. Es un millonario de camisa afuera del pantalón. Hasta el último peón del Mercado le dice “Turco”. Durante la charla con Clarín, entregó dos fajos, de 22.200 y de 26.000 pesos, a dos colaboradores que tenían que pagar ganado recién comprado. “Tomá”, les dice, y les da los billetes, sin pedirles ni una firma a cambio. ¿Tanta confianza? ¿Nunca lo roban? “Y, a veces”, dice él, con un gesto que sugiere mil historias de lealtades y traiciones.
En el mundo de la carne la informalidad es archiconocida. También lo fue para la AFIP, que en los noventa lo denunció por una evasión calculada en 80 millones de dólares. Esa causa, que quedó en la nada, fue para Samid una lección. “Fui uno de los primeros financistas de la campaña de Menem en el 89, pero nos peleamos cuando él decidió apoyar la Guerra del Golfo, contra los intereses árabes. Me vinieron con todo y pasé de ser un buen muchacho al peor de todos. Desde entonces soy oficialista”, explica su fórmula.
Bruzzese es novato en esto de las luces y el poder. Y dice que paga por eso: “Me tratan como si fuera el hijo de Bin Laden y no tiré ni una cebita”, dice, y enseguida ruega: “Dale, tratame bien”. Hace 39 años, Bruzzese daba sus primeros pasos de vida en “Puerta de Hierro”, uno de los barrios más pobres de la abandonada La Matanza. Hoy es millonario, tiene campo, una carnicería llamada “Don Corleone” en Mataderos, participación en frigoríficos y una distribuidora de carne a la que bautizó Kriolla (“con K”, insiste), autos importados, trajes de seda, la vista desde Puerto Madero. ¿Cómo hizo la plata tan rápido? “Trabajando, siempre en la carne, vendiendo hasta los fines de semana”. Creer o esperar hasta que todo aclare.
La cercanía de Bruzzese con el Gobierno es también reciente. Durante la crisis con el campo, en 2008, Guillermo Moreno se obsesionó en formar una pata agro oficialista. Y la encontró en un territorio que domina, el Mercado Central. Allí estaba Bruzzese, que tiene en el Mercado a sus principales clientes. En mayo de 2010, Moreno anunció la creación del Consejo Argentino de Productores (CAP), una agrupación de empresarios de la alimentación inventada para imponer sus políticas de consumo y precios. Bruzzese apareció como vicepresidente, un cargo sorpresivo para un desconocido. “¿Quién es Bruzzese? ¿Alguien conoce a Bruzzese?”, pregunta Samid a los gritos entre sus colaboradores. Y no exagera: Bruzzese se mueve entre frigoríficos y carnicerías, es un intermediario de los márgenes, hasta hace poco ajeno a la discusión de políticas de su sector.
Para Moreno, Bruzzese apareció en el momento justo. Y le gustó su estilo, frontal. “Yo digo las cosas como son. También se las digo a Moreno, el boxeador”, dice y no oculta su fascinación por su principal respaldo. Pronto construyó otros aliados. Una de las tareas que le encomendó Moreno fue repartir carne entre los comedores de las organizaciones sociales. En La Matanza le entrega 2.000 kilos por semana a Luis D’Elía, líder de la FTV, piquetero aliado al oficialismo aunque siempre arisco. Y a los comedores de las Madres de Plaza de Mayo. Bruzzese se hizo amigo de Hebe de Bonafini y del inquietante administrador de la Fundación de las Madres, Sergio Schoklender. El 24 de marzo pasado, logró lo insólito: sacó a Hebe de la Plaza de Mayo y la llevó, junto al ministro Amado Boudou, a hablar en el Mercado Central.
El día de la presentación en sociedad de la CAP, Samid estuvo en un segundo plano, aplaudiendo desde el fondo. Su cercanía al Gobierno era, de hecho, más testimonial que concreta, en parte porque todavía no estaba definida la candidatura de Cristina a la reelección y su amistad con Scioli generaba dudas en la Casa Rosada. Recién este verano Samid empezó a participar de “las reuniones de los viernes”, como llaman a los encuentros que los empresarios de la carne afines al Gobierno tienen con Moreno. Desde entonces, Samid y Bruzzese se ven todos los viernes, le piden carne barata a Moreno y el funcionario les da y les pide apoyo. Hay un tema ríspido que evitan frente a Moreno, aunque cada tanto aparece: la candidatura de Bruzzese para la intendencia de La Matanza. “Necesito el respaldo de Cristina. Yo no tengo planes sociales, no tengo nada más que la carne”, dice Bruzzese en Puerto Madero. Lejos de allí, entre las vacas, Samid se declara peronista vertical y le da su apoyo al intendente, Fernando Spinoza, es decir al enemigo de Bruzzese. Es que los puede unir la carne, al menos por un rato, pero los separan sus estilos. Y el barrio.
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