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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?


EL PUEBLO QUIERE SABER: Todos los días se descubren nuevos actos de latrocinio y corrupción del kirchnerismo / Albertismo . ¿Cuánto le costará al país los desmadres del KIRCHNERATO?

martes, 1 de marzo de 2011

PAN , CIRCO Y SANATA



Por Enrico Udenio

Es frecuente que en los medios oficialistas se le da cabida a declaraciones de periodistas y/o famosos del deporte y del espectáculo elogiando lo mucho de bueno que hicieron los Kirchner. Es lógico que así sea. Por algo son oficialistas. Lo interesante es que ninguna de esas personas baja líneas concretas comprobadas sobre todas esas bondades que, según ellos, le debemos a este gobierno.
En verdad, como suele suceder con cualquier gobernante, Néstor Kirchner generó beneficios y perjuicios para la nación. Esto pasó también con Duhalde, De la Rúa, Menem y Alfonsín, por citar sólo a los últimos presidentes argentinos que permanecieron en el poder por un tiempo prudencial. Por ello, cuando se analiza objetivamente el funcionamiento de un gobierno es necesario hacerlo en función de cuál platillo de la balanza tuvo más peso, si el positivo o el negativo.

En el caso del ex presidente recientemente fallecido, podemos positivamente decir de él que era un hombre prudente que acompañó en los años 90 a la Provincia de Santa Cruz en línea con las reformas que Menem llevaba adelante. Cuando éste exigió medidas de ajuste a todas las provincias, incluida la suya, que nunca se había endeudado, Kirchner se opuso y defendió sus cuentas fiscales. También se opuso al abandono de la convertibilidad que decidió Eduardo Duhalde en Enero de 2002, cuando dispuso la pesificación que produjo la fuerte devaluación de la moneda argentina llevando el precio del Dólar a casi 4 pesos. Por eso no aceptó ser el Jefe de Gabinete en el Gobierno de Duhalde cuando éste se lo propuso. Según confesiones del propio Domingo Cavallo, la adhesión posterior de Néstor Kirchner al discurso del “Dólar Alto” y su diatriba permanente a las reformas de los 90s, fueron recursos de campaña para llegar a la Presidencia y para acumular poder una vez elegido.
Como presidente, también tuvo habilidad para aprovechar la gran oportunidad que presentaron las circunstancias internacionales. Esto le permitió: a) lograr records de recaudación impositiva y, con ello, disponer de enormes contingentes de dinero; y b) introducir gradualidad a la reversión de la fuerte caída en los salarios reales, las jubilaciones y el gasto público a que llevaron la pesificación y la fuerte devaluación de 2002. Tuvo un claro objetivo de acumulación de poder, y lo logró con estos dos elementos de esa política.
Algunas otras acciones valoradas por unos, como por ejemplo la política de derechos humanos haciendo prevalecer el discurso de la existencia de un solo enemigo (las Fuerzas Armadas) y ubicando a los montoneros y el ERP como mártires de la patria, fue muy discutida por otros e incluso no le hizo honor a la totalidad de la verdad, según los propios historiadores argentinos.

Para encontrar un punto importante y puntual en el proceso de evaluación de un gobierno, sin duda que es indispensable ubicarse en la línea del progreso y del bienestar de una población. Y esto se mide con la ya conocida frase de “redistribución de la riqueza”.

LA REDISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA

“Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestro pueblo quiere pan sin trabajo, viven del maná del Estado y eso los mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición”. Juan Bautista Alberdi -“Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina (1855)”.

La redistribución de la riqueza, ya se ha transformado en una muletilla dentro de los discursos oficialistas. El concepto teórico que encierra esta frase es que hay que distribuir la riqueza en términos más justos y, para los adherentes K, su práctica determinaría sueldos más altos para los asalariados y ganancias menores para los patrones. Este concepto se explica únicamente en un escenario de economía de suma cero, esto es una economía sin crecimiento en la cual para que los empleados ganen más los patrones deben ganar menos. Lo que se le da a uno hay que sacárselo al otro.

Pero si visualizamos a la economía como el arte de obtener con escasos recursos un desarrollo creciente y constante, la relación capital-trabajo se mueve en términos diferentes. Es el crecimiento del capital y las inversiones lo que permite una mejora de los salarios en términos reales.

El país de hoy carece de incentivos para que los privados decidan transferir capitales desde otros lugares hacia la Argentina, con excepción de las inversiones de “los amigos”, a quienes se les reserva un mercado “cautivo” y rápidas ganancias porque saben que todo es aleatorio y circunstancial. Estas circunstancias hicieron que se produjera la más grande fuga de dinero que registra la Nación en su historia: en los últimos tres años se han ido del país más de 60 mil millones de dólares.

Los Kirchner intentaron forzar el crecimiento ignorando las reglas básicas de la economía capitalista a través de impulsar intereses bajos subvencionados por el Estado (la ANSES), o de un aumento de los salarios a contramano de la evolución y los costos del mercado. Las consecuencias son claras: no hay desarrollo que dure pues las ventajas que se consiguen son, en realidad, artificiales. Por lo tanto, todo proceso económico en el que el Estado se encierra en sí mismo, ignora al mercado, abusa de impuestos “extraordinarios” y no respeta las leyes y reglamentaciones vigentes, finaliza –tarde o temprano- en el polo opuesto a lo deseado: dinero muy caro, insumos con altos costos, y salarios escandalosamente bajos por efectos de las devaluaciones y la inflación.

LA HIPOCRESÍA

Una y otra vez, el actual gobierno argentino hace trampa cuando alardea de su progreso económico ya que, por un lado, falsea los índices del organismo oficial de estadísticas (INDEC) y, por otro, las comparaciones que realiza para corroborar esa ostentación las hace con relación a las cifras del año 2002, números que corresponden al excepcional colapso que sufrió el país en aquel momento. Obviamente, todas las estadísticas que se hagan con relación a ese año mostrarán que hoy todo está mucho mejor.

Pero, si la comparación se efectuara respecto de los años anteriores al 2001, las cifras pasarían a ser desventajosas para la administración Kirchner. Por ejemplo, tomando en cuenta el tema de la “redistribución de riqueza” que, principalmente, ocupa esta nota, el año pasado se dio a conocer un informe de SEL, en el que se detalla que a fines del 2009, el 10% más rico tenía 33,8 veces más que el 10% más pobre. Si observamos los datos de 1998, descubrimos que en ese año, la diferencia entre el rico y el pobre fue de 34,7 veces más. Esto muestra que, después de 10 años, prácticamente no se modificó la brecha social.
Todos los otros índices como, por ejemplo, la desocupación, la pobreza y la indigencia, tienen el mismo resultado: medidos en los términos estadísticos previos a las modificaciones y adulteraciones realizadas por el actual Poder Ejecutivo, muestran un deterioro actual de las condiciones socio-económicas en relación a 10 años atrás.

Otra de las muletillas del discurso oficialista es acusar a los empresarios por la falta de inversiones. Es fácil declamar y acusar a quienes se resisten a compartir su dinero más allá de lo que establece la ley. Es que somos casi todos genios económicos o socialistas sensibles cuando se trata de apropiarse de la riqueza de los otros, pero cobardes y egoístas cuando se trata de la propia. Si no, que lo diga la misma presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuyo patrimonio, después de casi ocho años de detentar el máximo poder político del país, es multimillonario en dólares y no ha invertido nada en industrias que posibiliten un crecimiento productivo del país.

Una de las paradojas más asombrosas de esta sociedad es cómo los kirchneristas acusan a muchos empresarios por ser millonarios insensibles y poco solidarios, mientras no se indignan –ni siquiera hacen mención de ello- porque los Kirchner se enriquecieron descarada y burdamente a costa del dinero de todos. Por lo menos el empresario exitoso arriesga su dinero para ser rico. En cambio, el proveniente de la corrupción es directamente un robo.

LA COPARTICIPACIÓN FEDERAL ES LA GÉNESIS

Son los impuestos coparticipables los que permiten una adecuada distribución de la riqueza generada por la masa productiva de un país.
Sabemos que son los planes sociales al conurbano y los subsidios a las empresas de servicios básicos y transportes quienes reciben la mayoría de la promocionada redistribución.
¿Pero donde están localizados los principales servicios que reciben esos subsidios?
En Buenos Aires.
Salga usted y vaya al interior del país, por ejemplo, a Ituzaingo, en la provincia de Corrientes, donde días atrás la presidente argentina hizo un discurso anunciando el funcionamiento pleno de la represa hidroeléctrica de Yaciretá. Descubrirá que, a pesar de que este pueblo está a 20 km de la represa, sus habitantes pagan la electricidad tres veces más que los de Buenos Aires. Lo mismo sucede con el gas, al cual este año importamos pagando hasta cuatro veces más que el precio de compra interno al que se ven obligados los productores nacionales a vender. ¿Y la nafta? Todos lo que viajaron a las provincias en los últimos años han podido comprobar que el precio del litro de nafta en el interior es notablemente más caro que en Buenos Aires.

¿Y los planes sociales? Ya conocemos que el grueso del dinero va hacia al conurbano bonaerense. Por supuesto, que se trata de un amplio sector de la población que sufre las consecuencias del desempleo, la delincuencia, la falta de una vivienda adecuada, salud y educación. ¿Pero qué decir de la miseria y el desamparo de los habitantes de los pueblos del interior del país? Además, ¿de dónde vino esa enorme masa de habitantes del cinturón poblacional que rodea a la Capital Federal? Los censos realizados desde hace casi dos décadas nos dicen que la mayoría proviene de los pueblos y ciudades de nuestras provincias. Es que cuanto más empobrecemos el interior más se despoblará éste buscando la quimera de oro que imagina que es Buenos Aires.

Entonces, nos encontramos con una situación hipócrita: cuando el gobierno nacional reclama justicia social para todos, piensa solucionar –solo en parte, según se deduce de la realidad capitalina y bonaerense- algunas de las carencias y reclamos de Buenos Aires pero generando una fenomenal injusticia social, política y económica para el resto del país.
Parecería que, después de casi 200 años, el unitarismo esta vivito y coleando, trasgrediendo el espíritu republicano y federal que determina el artículo primero de nuestra constitución.

PAN, CIRCO Y SANATA

“Prefiero perder en una causa que algún día ganaré, que ganar en una que algún día perderé.” Thomas Woodrow Wilson (1856-1924), Presidente de EEUU (1913-1921). Premio Nobel de la Paz en 1919.

Sería muy importante que los militantes kirchneristas explicaran a qué tipo de ventajas concretas y pasibles de ser comprobadas se refieren cuando hablan de los beneficios que ha recibido la población con las administraciones de los Kirchner. O… explicar qué es lo que entienden como beneficio.
En uno de los abundantes blogs pro- oficialistas sostenidos económicamente por el gobierno con el dinero de todos, hubo una nota en la que elogiaba la gran capacidad de nuestra presidenta para captar lo que el pueblo necesita. Seguidamente defendía los subsidios y la “milanesa para todos”; la transmisión deportiva masiva cuyo estandarte, “Fútbol para todos”, ahora se amplió a “Deportes para todos”; y la defensa de la soberanía en referencia al insólito y ridículo incidente por la incautación de equipos de un avión militar estadounidense.
Pan, circo y sanata. Tres símbolos emblemáticos del populismo kirchnerista.
Mientras esto sucede en nuestro país, las inversiones en el cono sur de nuestro hemisferio la reciben Chile, Perú, Uruguay y Brasil.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autor Enrico Udenio, asesor económico y especialista en comercio exterior, se ha desempeñado como empresario comercial e industrial desde 1965. De nacionalidad italiana, arribó a la Argentina, país en el cual reside, siendo niño. Sus compañías en Argentina y en el exterior desarrollaron diversos proyectos comerciales e industriales, algunos de ellos muy conocidos, como fue el caso de la radicación de Honda Motor en el país. A principios de la década del ’90 cerró todas sus empresas para dedicarse al asesoramiento, la docencia y la investigación en política y economía. Autor, en 1981 de los libros "Corazón de Derecha Discurso de Izquierda" y “Diario de un Divorciado”. En cuanto a su postura ideológica, se define a sí mismo como un pragmático independiente, comprometido con la filosofía holística y el construccionismo histórico como forma de mirar a la realidad.

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