La casa está en orden. ¿Cuál casa?
El fantasma de los graves sucesos de 2001 estuvo presente hasta altas horas de la madrugada.
Aníbal, arreglame esto ya! De lo contrario, tus minutos están contados.
El jefe de gabinete comprendía perfectamente bien lo que estaba escuchando. El expresa el pensamiento de la presidente de la Nación. No dice ni hace absolutamente nada que no tenga el guiño de Cristina Kirchner.
Otra vez sentarme a negociar con el ingeniero Macri. ¿Quién me mandó esto?, refunfuño.
Pero no había opción. De lo contrario, tendría que regresar vaya a saber dónde y, tal vez, hasta rendir cuentas en la Justicia antes de lo previsto.
Hace una semana, desde el poder central creyeron que la ocupación del parque Indoamericano no era más que una bomba de mal olor que estallaría en manos del jefe de gobierno porteño. Qué le hacía una mancha más al tigre.
Sin embargo, cuando la situación parecía irreversible, y las agresiones y mentiras de Aníbal Fernández crecían con prisa y sin pausa, el espectro de un helicóptero aterrizando en la casa rosada comenzó a tomar forma.
Mirá que hay que ser miserable para lucrar con los que menos tienen.
La jefa del Estado repite y repite que tiene aguante y que no es de ahora. Corrijo, los que tenemos aguante, y no de ahora, somos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos.
¿De lo contrario cómo se entiende que personajes como Salvatierra, Schoklender o Hebe de Bonafini, entre otros, tomen micrófonos para realizar anuncios?
En fin, como sucede siempre, del problema, es decir, de la ocupación de las tierras, nadie quiso hacerse cargo.
Ahora, en cambio, todos se disputan la gloria de haber alcanzado una "solución".
El déficit habitacional y la pobreza son dos de las plagas que azotan la Argentina.
Cristina Kirchner seguirá remachando que el país crece a tasas chinas. Un crecimiento que no se ve reflejado en la calidad de vida de la gente. Sí, en cambio, en su patrimonio personal.
El espacio de Hernán Haines
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