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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?


EL PUEBLO QUIERE SABER: Todos los días se descubren nuevos actos de latrocinio y corrupción del kirchnerismo / Albertismo . ¿Cuánto le costará al país los desmadres del KIRCHNERATO?

domingo, 27 de junio de 2010

LOS SUPER


SUPERMINISTRO Y SUPERPODERES

Por el Dr. Jorge R. Enríquez

RENUNCIA DE JORGE TAIANA

El viernes pasado, intempestivamente, los argentinos nos enteramos de la renuncia del canciller Jorge Taiana.

La dimisión fue sorpresiva tanto porque no se sabía que hubiera diferencias entre el canciller saliente y el matrimonio presidencial, cuanto, especialmente, por el modo en que se produjo.

Normalmente, las renuncias de ministros, y sobre todo las de quienes son titulares de las carteras de Relaciones Exteriores, se fundan, aunque esto no refleje la verdad, en motivos personales. En este caso, el propio Taiana hizo trascender que había diferencias insalvables en el manejo de la política exterior.

Más aún, se supo que la renuncia se originó luego de un áspero diálogo telefónico entre la presidenta y el ex ministro, en el que la señora de Kirchner le reprochó a su canciller una supuesta deslealtad. Según trascendió, la razón de esa suspicacia habría sido que Taiana dialogó con periodistas del diario “Clarín” respecto de la posibilidad de que Brasil participara del monitoreo de Botnia. “Qué raro que a vos los medios te traten bien”, habría sido –palabras más, palabras menos- la hiriente frase de la primera mandataria en la que iba implícito un reproche por la “traición” del ministro, felonía que en el peculiar diccionario kirchnerista se asocia a mantener alguna forma de trato civilizado con los que no piensan como uno o no se subordinan a los dictados de Olivos.

El incidente es muy significativo si se tiene en cuenta que Taiana acredita una larga militancia en el mismo sector político que los Kirchner reivindican como propio y que es una persona que ha cultivado siempre un “bajo perfil”, a mi juicio algo excesivo para un canciller. No se conoce que no haya ejecutado fielmente las políticas trazadas en Olivos, y, sin duda, comparte, en las grandes líneas, ese populismo algo confuso que caracteriza al peronismo de izquierda.

¿Por qué, entonces, esta súbita decisión? Probablemente, pese a compartir con los Kirchner el mismo marco ideológico, que en el caso de estos es meramente retórico, ya que su única ideología permanente es la conservación del poder y el dinero, Taiana fuera, por su personalidad y por su trayectoria diplomática, más cuidadoso de las formas institucionales, y un hombre más afecto al diálogo que a la prepotencia, grave pecado en el universo K.

ASUNCION DE HECTOR TIMERMAN

La renuncia de Jorge Taiana se inscribe dentro de una tendencia habitual en el ocaso de los regímenes políticos. Cuando estos pierden poder, son rechazados mayoritariamente por la sociedad y vislumbran su final, en lugar de abrirse para ensanchar su base de sustentación, se encierran sobre sí mismos.

Si esto ocurre como regla general, en el caso de los Kirchner, cuya paranoia es bien conocida, se manifiesta de un modo más agudo. Cualquier crítica de la oposición es percibida como una maniobra golpista o “destituyente”, en la neolengua de los funcionarios públicos de la Carta Abierta y cualquier matiz o punto de vista propio de un miembro del gabinete como un signo elocuente de la traición más abyecta.

En consecuencia, se rodean de incondicionales y de obsecuentes. Las credenciales de Héctor Timerman para ocupar nada menos que el Ministerio de Relaciones Exteriores han de pasar sin dudas por ese meridiano, ya que no se le conoce ninguna formación ni antecedentes en la materia, más allá de su reciente cargo de embajador ante los Estados Unidos de América, precedido por el de cónsul en Nueva York, ambos durante el gobierno de los Kirchner.

Desde esos cargos se destacó no por la excelencia de su función como representante de la República Argentina, sino por su verdadero rol de agente de relaciones públicas y propaganda de la señora de Kirchner, causa que abrazó con tanto entusiasmo como la de apólogo de la última dictadura militar que ejerció como director de un vespertino en 1976. Un curioso curriculum vitae para postularse a ministro en un gobierno que se presenta como la encarnación universal de los derechos humanos y que ha logrado “engrupir” a algunos intelectuales de la talla de Florencia Peña de la veracidad de ese cínico aserto.

También se ha ocupado el Sr. Timerman, desde la función institucional que debería haber cumplido como representante de nuestro país, es decir, de todos los argentinos, de ingresar en polémicas subalternas, impropias de su cargo, a través de las llamadas “redes sociales”, denostando a los dirigentes opositores. No se recuerda un caso similar en toda la historia argentina.

Las primeras declaraciones del flamante canciller, una vez conocida su designación, han sido tan poco felices como previsibles: pretendió condicionar el testimonio que brindó ante el Congreso el ex embajador Eduardo Sadous respecto de las escandalosas revelaciones sobre los negociados en la relación bilateral con Venezuela. Le recordó que podía cometer un delito si revelaba información confidencial. Habrá que enseñarle a este advenedizo que es precisamente la comisión de delitos lo que se está investigando y que en ese contexto cede el secreto diplomático, más allá de que no se entiende que secretos de Estado pueda legítimamente haber en una relación comercial entre dos países.

Justamente, no constituye ninguna infidencia lo que es un secreto a voces: la existencia una embajada paralela con Caracas encargada de bendecir qué y quiénes exportaban y las condiciones en que lo hacían, las que incluirían el previo pago - según las profusas declaraciones que arrecian desde diversos ámbitos - de comisiones de un 15 %.

Esa superembajada con Venezuela va a continuar a cargo del superministro de Planificación Julio De Vido, hasta que recuperemos la sensatez republicana.

SUPERPODERES

La oposición aprobó en la Cámara de Diputados un proyecto de modificación a la ley de administración financiera destinado a recortar las enormes atribuciones que el actual texto de esa ley le confiere al Poder Ejecutivo.

La norma aún vigente deriva de la reforma kirchnerista de 2006 y le permite al Jefe de Gabinete reasignar las partidas presupuestarias a su entera discreción.

La Constitución establece que es el Congreso el que aprueba el presupuesto. De hecho, esa es una de las principales funciones del Poder Legislativo. El Poder Ejecutivo proyecta el presupuesto y el Congreso lo sanciona, haciendo todas las modificaciones que crea convenientes a ese proyecto.

Desde 2006, la realidad es la inversa: el Ejecutivo proyecta, el Legislativo sanciona, pero después el Ejecutivo hace lo que se le da la gana, reasignando partidas "ad libitum". En otras palabras, ahora es el Jefe de Gabinete -mero ejecutor de las órdenes presidenciales- quien elabora el presupuesto definitivo.

Esta aberración constitucional debe ser eliminada, porque constituye la fuente del autoritarismo que está corroyendo a nuestras instituciones republicanas.

Podría ser admisible, aunque no deseable, la reasignación dentro de ciertos límites, en situaciones de emergencia económica o social. Por caso, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se permite al Jefe de Gobierno reasignar hasta el 5% del presupuesto. Es lo que establece el dictamen aprobado en el Senado por el oficialismo el año pasado, como forma de sortear el retiro absoluto de esa facultad que preveían que iba a hacer la oposición.

Pero el problema mayor es que los presupuestos kirchneristas subestiman los ingresos para después usar los recursos sobrantes a su completo arbitrio.

Así entre 2003 y 2009, los ingresos subestimados deliberadamente por el gobierno y, por tanto, no incluídos en los sucesivos presupuestos fueron de $103.362.000.000, que – vía decretos de necesidad y urgencia – fueron distribuidos arbitrariamente. Este de los aportes que engordan la Caja presidencial. Y esto es lo que debe terminar.

El Congreso debe recuperar sus atribuciones en todos los campos. La del presupuesto, en primer término, debe volver a ser la ley más importante. Si el Ejecutivo maneja como quiere los recursos, no hay federalismo ni república.

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