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domingo, 16 de abril de 2006

La gente y los mercados


La gente y los mercados
por Federico Pinedo

BUENOS AIRES, abr 16 (DyN) - "¡Vamos a derrotar a los mercados para trabajar en favor de la gente!", pegan el grito diversos políticos que, por un lado, consideran que la comprensión del funcionamiento de la economía no es una cosa que merezca la atención de sus refinados espíritus y, por otro lado, creen que con esa frase hueca hacen gala de sensibilidad y humanismo.
Atacar a "los mercados" y favorecer a la gente es, además, redituable políticamente, porque todos nos sentimos en la fila de los que vamos a ser favorecidos, ya que todos somos gente, mientras que consideramos que aquellos que se pondrán tristes, incluidos en el concepto "los mercados", serán unos pocos señores muy ricos y abusadores.
Sin embargo, la mala noticia es que la prosaica (esas cosas propias de la prosa y no del verso) realidad, se termina vengando de quienes deambulan fuera de ella con la única finalidad de ser simpáticos o quedar bien, aunque sea con sus atribuladas conciencias. Nadie, ni el más pintado de los políticos sensibles, ni el más sincero de esos políticos que la gente anda amando por la calle, va a lograr jamás derrotar a los mercados en favor de la gente. Esto sí que sería una mala noticia. Quien la propague merecería la horca de los santos indignados.
¿Por qué tal cosa debería ser así? ¿Por qué los buenos políticos, apoyados por los buenísimos académicos, no lograrían algo tan loable como doblegar a los mercados y hacernos felices de un solo golpe a todos? Por una razón muy sencilla: los mercados son la gente.
La primera guerra rompió un mundo estable y de certezas. Las grandes inflaciones, la crisis del 30 y la Segunda Guerra, barrieron con mucho de lo que quedaba en pie. A partir de la década del 50, entonces, los teóricos del "socialismo científico", que venía de cumplir 100 años de edad, creyeron que eso, por fin, era el final del capitalismo. Como el socialismo cree que lo que manda no es la gente común, de carne y hueso, usted y yo, sino grandes cosas abstractas, como la "lucha de clases dialéctica", entonces los socialistas empezaron a atribuir condiciones subjetivas (propias de los sujetos, de nosotros) a determinados objetos y condiciones objetivas a los sujetos. Así empezaron a hablar de lo bien o mal que funcionaba "el aparato productivo" (como si el trabajo de los hombres fuera un aparato) y a demostrar que era imposible el funcionamiento de "los mercados", sosteniendo que están enfermos.
En realidad ¿qué son los mercados? Somos todos nosotros cada vez que decidimos comprar o vender o ahorrar y prestar o invertir, es decir, cuando tomamos decisiones económicas para pasar de una situación a otra que creemos mejor según nuestra propia escala de valores. Es en consecuencia absolutamente imposible que los mercados no funcionen. Tendríamos que dejar de funcionar nosotros; todos nosotros. Atacar a "los mercados" es, por lo tanto, atacarnos a nosotros, a la gente.
Volver entonces a las ideas cincuentistas, sesentistas, setentistas y hasta mezzo ochentistas de atacar a los mercados, llevará siempre a callejones sin salida. Los manejos oficiales en el tema de la carne y algunos servicios públicos como la energía y el transporte, están demostrando eso. Un señor simple, de esos que creen que la gente existe y nunca vieron un "aparato productivo" de carne y hueso, de esos que sospechan que los mercados siempre existen, ¿qué haría para bajar el precio de la carne? Muy sencillo: aumentaría la oferta de carne. Hasta ahí vamos bien, pero ¿cómo hacerlo?
El gobierno del presidente Kirchner optó por prohibir que se mataran animales chicos, para que crecieran, pues cuando crecieran habría más carne.
Resultado: salieron del mercado los animales chicos, bajó la oferta y subieron los precios, lo que fue agravado por la escasez de carne en el exterior por la gripe aviaria y otras yerbas. Entonces el presidente decidió prohibir la exportación de carnes, para atacar a los mercados y beneficiar a la gente. Resultado: se pierden lastimosamente mercados conquistados en decenas de años por esforzados seres humanos, se pierden trabajos en los frigoríficos, perjudicando a reales obreros, se pierden ingresos fiscales por más de 200 millones de dólares porque no se pueden cobrar impuestos a la exportación si no se exporta. El señor simple, el que cree en la existencia de otros señores y de los mercados, habría hecho otra cosa. Por ejemplo, usar una parte de esos 200 millones de dólares para importar cortes baratos para que el pueblo compre, mientras facilitaba la exportación de cortes caros. Eso habría solucionado todo. Claro que para llegar a esa conclusión, los kirchneristas debieran creer que existen los mercados y que ellos están conformados por la gente. Esa gente que se priva de un gusto para hacer pasturas y de otro para comprar una vaca, para que a los 9 meses tenga un ternero que a los dos años se coma el pasto. Esa gente que vende y compra carne. En el mercado.
(*) Diputado (PRO), Jefe del Interbloque Propuesta Federal

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