Un juez que debió investigar al patrimonio de los Kirchner, le pidió trabajo para su hija a un secretario de Estado del Gobierno. (¿Y la investigación?, bien gracias!.). Un ministro del Gobierno amenazó con contar los detalles ocultos de la compra de una empresa de la que fue intermediario. (Que botón!). Decenas de periodistas mendigaron y rogaron pauta oficial a uno de los encargados de la propaganda, a cambio de trato amistoso hacia el Gobierno. (Qué raro ¿no?). Y dos supuestas amantes de un embajador se pelearon por teléfono, a los gritos. (insaciable!). ¿De dónde sale esta información? ¿Es cierto? ¿Son e-mails de verdad o son basura? ¿Hachearon las cuentas del poder?¿Quién?
Desde hace ya casi tres meses, hombres y mujeres del poder están siendo desnudados por un sitio web, www.leakymails.com, donde se publican los correos electrónicos, supuestamente ciertos, de ministros, secretarios de Estado, secretarios de ministros, amantes o amigos despechados de esos funcionarios. También los de empresarios, periodistas, jueces, senadores y embajadores. La lista de damnificados, que se promete gigantesca, alcanzó incluso al secretario privado de Cristina Kircher, a la secretaria privada del jefe de la SIDE -hombre que se supone de un celo máximo-, pasando por el ministro de Planificación, Julio De Vido, y hasta la ministra de la Corte Suprema, Carmen Argibay. La privacidad del poder, en fin, ha caducado de pronto.
Pero ojo. El contenido de los e-mails es en general bastante tedioso, como lo son casi todas las conversaciones humanas escuchadas desde afuera. Sólo a veces, cada tantísimo, ese tedio es interrumpido por algún detalle inquietante o por alguna conversación sugerente o incluso comprometedora. Por ahora es eso: mucha trivialidad y alguna que otra señal de alarma, acaso la pizca amenazante de un universo a conocer y que se promete explosivo.
La página www.leakymails.com, comenzó a funcionar en mayo de este año, aunque la mayor carga de e-mails ocurrió entre junio, julio y estos últimos días. Ya vulneraron la privacidad de al menos 50 personas -en realidad muchas más, si se cuenta a los interlocutores de los dueños de los correos- y dicen que es apenas el principio. Según los misteriosos hackers, tienen 8 millones de correos electrónicos y casi 6 millones de archivos (fotos, escuchas, videos) listos para ser subidos al descontrolado mundo virtual. Lo increíble es que a pesar de llevar casi tres meses en el mundo virtual, la página no fue bloqueada ni está pronta a ser bloqueada.
La demora judicial en tomar el caso se debió a que la mayoría de los afectados prefirió silenciar la infamia por temor a darle publicidad. Recién en la semana que pasó, se ratificaron dos denuncias penales. La primera es del Ministerio de Defensa -donde pincharon el correo de la secretaria de Derechos Humanos, Ileana Arduino-, y se presentó en el juzgado federal porteño de Ariel Lijo. La otra es del Ministerio de Seguridad -hay varios funcionarios “pinchados”- y recayó en el juzgado federal de Sergio Torres. Las denuncias confirman que al menos muchos de los e-mails a la vista son verdaderos. Pero quizá no todos. Eugenio Zaffaroni, ministro de la Corte y uno de los afectados, declaró el miércoles en Radio Continental que circulaban correos suyos ciertos y otros “totalmente falsos”.
¿Qué harán ahora los jueces? En Tribunales adelantaron que es muy probable que las causas se unifiquen y que luego se ordene una pericia informática para intentar detectar el origen de la página y a sus responsables. Los hackers se muestran tranquilos: ante la consulta de Clarín, dijeron que administran la página desde el exterior y que nada los detendrá. Ya los visitaron, dicen, 4 millones de internautas.
La vida privada se convierte, así, desde el anonimato, en un penoso acontecimiento público. Encontrarse con cientos de correos electrónicos del ministro de Economía Amado Boudou o del poderoso Julio De Vido, es una tentación difícil de resistir. Pero el fisgoneo da trabajo, ya que la mayoría de los e-mails no son más que zonceras, esas que acostumbramos a hablar los humanos. En los e-mails de De Vido, por caso, se lo muestra recibiendo información sobre acuerdos con Venezuela (parece casi un embajador en ese país) y acordando citas con sindicalistas. Pero también recibiendo una pregunta de su secretaria, que quiere saber si el fin de semana necesitará “al chico que le hace los asados el domingo”. Los e-mails “pinchados” al secretario privado de Cristina -son de 2007, cuando ella era senadora- discurren en la organización de sus viajes de Primera Dama por el mundo y se detienen en la recepción de un abrigo, regalo de un famoso y atento deportista.
Otros correos avanzan un poco más en la esfera del interés público, como las gestiones del Gobierno para otorgarle refugio al ex guerrillero chileno Galvarino Apablaza (en 2010), o la increíble arbitrariedad con la que se maneja la publicidad oficial, cuya pauta es apuntada en correos con la precariedad de una nota de almacenero. Inquieta también el pedido de un juez a un poderoso secretario de Estado para que intente conseguirle un trabajo a su hija recién recibida. Ese juez es patagónico y tuvo en sus manos una de las investigaciones sobre la riqueza presidencial.
Los administradores de leakymails aseguran no ser los autores de los hackeos, sino simples difusores del “Gran Hermano” que, sostienen, existe en la Argentina por culpa de los servicios secretos y de jueces que les dan protección a los servicios secretos. “Publicamos con la intención de obtener transparencia… para que los ciudadanos vean los actos de corrupción y de hipocresía de los cuales son víctimas.” Tanta ambición pretende equiparar estas revelaciones con el escándalo internacional desatado por Wikileaks el último verano, cuando se difundieron los correos diplomáticos de las embajadas de Estados Unidos por el mundo. Pero oculta un dato central: pinchar correos electrónicos ajenos es un delito y su difusión bordea también la ilegalidad, sólo justificable por razones de clarísimo interés público (Ver Entre el interés…)
¿De dónde han salido los e-mails hackeados? Hay dos opciones: o los hackearon los responsables de leakymails o, como dicen ellos, accedieron a correos hackeados anteriormente. La única pista, por ahora, se infiere leyendo la página web y apunta a ex empleados de la SIDE y de la Policía Aeronáutica. Es que algunos de los correos publicados ahora (los de Zaffaroni), ya habían sido divulgados por Internet en 2006 y fueron atribuídos, aquella vez, a un tal Iván Velázquez, ex empleado del espionaje oficial al que se le achaca haber creado un sistema de hackeo privado que afectó a ricos y famosos.
Reuniones, viajes, noviazgos, algún que otro extraño concierto de cifras, inversiones privadas y pasatiempos. De todo eso habla la página de la que nadie quiere hablar. Pero que existe, existe. Y la intimidad, que antes se sabía intocable, ha mostrado que no resiste a los nuevos tiempos. Por las dudas, más vale relacionarse como antes y volver a verse las caras.
Desde hace ya casi tres meses, hombres y mujeres del poder están siendo desnudados por un sitio web, www.leakymails.com, donde se publican los correos electrónicos, supuestamente ciertos, de ministros, secretarios de Estado, secretarios de ministros, amantes o amigos despechados de esos funcionarios. También los de empresarios, periodistas, jueces, senadores y embajadores. La lista de damnificados, que se promete gigantesca, alcanzó incluso al secretario privado de Cristina Kircher, a la secretaria privada del jefe de la SIDE -hombre que se supone de un celo máximo-, pasando por el ministro de Planificación, Julio De Vido, y hasta la ministra de la Corte Suprema, Carmen Argibay. La privacidad del poder, en fin, ha caducado de pronto.
Pero ojo. El contenido de los e-mails es en general bastante tedioso, como lo son casi todas las conversaciones humanas escuchadas desde afuera. Sólo a veces, cada tantísimo, ese tedio es interrumpido por algún detalle inquietante o por alguna conversación sugerente o incluso comprometedora. Por ahora es eso: mucha trivialidad y alguna que otra señal de alarma, acaso la pizca amenazante de un universo a conocer y que se promete explosivo.
La página www.leakymails.com, comenzó a funcionar en mayo de este año, aunque la mayor carga de e-mails ocurrió entre junio, julio y estos últimos días. Ya vulneraron la privacidad de al menos 50 personas -en realidad muchas más, si se cuenta a los interlocutores de los dueños de los correos- y dicen que es apenas el principio. Según los misteriosos hackers, tienen 8 millones de correos electrónicos y casi 6 millones de archivos (fotos, escuchas, videos) listos para ser subidos al descontrolado mundo virtual. Lo increíble es que a pesar de llevar casi tres meses en el mundo virtual, la página no fue bloqueada ni está pronta a ser bloqueada.
La demora judicial en tomar el caso se debió a que la mayoría de los afectados prefirió silenciar la infamia por temor a darle publicidad. Recién en la semana que pasó, se ratificaron dos denuncias penales. La primera es del Ministerio de Defensa -donde pincharon el correo de la secretaria de Derechos Humanos, Ileana Arduino-, y se presentó en el juzgado federal porteño de Ariel Lijo. La otra es del Ministerio de Seguridad -hay varios funcionarios “pinchados”- y recayó en el juzgado federal de Sergio Torres. Las denuncias confirman que al menos muchos de los e-mails a la vista son verdaderos. Pero quizá no todos. Eugenio Zaffaroni, ministro de la Corte y uno de los afectados, declaró el miércoles en Radio Continental que circulaban correos suyos ciertos y otros “totalmente falsos”.
¿Qué harán ahora los jueces? En Tribunales adelantaron que es muy probable que las causas se unifiquen y que luego se ordene una pericia informática para intentar detectar el origen de la página y a sus responsables. Los hackers se muestran tranquilos: ante la consulta de Clarín, dijeron que administran la página desde el exterior y que nada los detendrá. Ya los visitaron, dicen, 4 millones de internautas.
La vida privada se convierte, así, desde el anonimato, en un penoso acontecimiento público. Encontrarse con cientos de correos electrónicos del ministro de Economía Amado Boudou o del poderoso Julio De Vido, es una tentación difícil de resistir. Pero el fisgoneo da trabajo, ya que la mayoría de los e-mails no son más que zonceras, esas que acostumbramos a hablar los humanos. En los e-mails de De Vido, por caso, se lo muestra recibiendo información sobre acuerdos con Venezuela (parece casi un embajador en ese país) y acordando citas con sindicalistas. Pero también recibiendo una pregunta de su secretaria, que quiere saber si el fin de semana necesitará “al chico que le hace los asados el domingo”. Los e-mails “pinchados” al secretario privado de Cristina -son de 2007, cuando ella era senadora- discurren en la organización de sus viajes de Primera Dama por el mundo y se detienen en la recepción de un abrigo, regalo de un famoso y atento deportista.
Otros correos avanzan un poco más en la esfera del interés público, como las gestiones del Gobierno para otorgarle refugio al ex guerrillero chileno Galvarino Apablaza (en 2010), o la increíble arbitrariedad con la que se maneja la publicidad oficial, cuya pauta es apuntada en correos con la precariedad de una nota de almacenero. Inquieta también el pedido de un juez a un poderoso secretario de Estado para que intente conseguirle un trabajo a su hija recién recibida. Ese juez es patagónico y tuvo en sus manos una de las investigaciones sobre la riqueza presidencial.
Los administradores de leakymails aseguran no ser los autores de los hackeos, sino simples difusores del “Gran Hermano” que, sostienen, existe en la Argentina por culpa de los servicios secretos y de jueces que les dan protección a los servicios secretos. “Publicamos con la intención de obtener transparencia… para que los ciudadanos vean los actos de corrupción y de hipocresía de los cuales son víctimas.” Tanta ambición pretende equiparar estas revelaciones con el escándalo internacional desatado por Wikileaks el último verano, cuando se difundieron los correos diplomáticos de las embajadas de Estados Unidos por el mundo. Pero oculta un dato central: pinchar correos electrónicos ajenos es un delito y su difusión bordea también la ilegalidad, sólo justificable por razones de clarísimo interés público (Ver Entre el interés…)
¿De dónde han salido los e-mails hackeados? Hay dos opciones: o los hackearon los responsables de leakymails o, como dicen ellos, accedieron a correos hackeados anteriormente. La única pista, por ahora, se infiere leyendo la página web y apunta a ex empleados de la SIDE y de la Policía Aeronáutica. Es que algunos de los correos publicados ahora (los de Zaffaroni), ya habían sido divulgados por Internet en 2006 y fueron atribuídos, aquella vez, a un tal Iván Velázquez, ex empleado del espionaje oficial al que se le achaca haber creado un sistema de hackeo privado que afectó a ricos y famosos.
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