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¿Quousque tandem abutere, Cristina Kirchner, patientia nostra? ¿Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? ¿Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?


EL PUEBLO QUIERE SABER: Todos los días se descubren nuevos actos de latrocinio y corrupción del kirchnerismo / Albertismo . ¿Cuánto le costará al país los desmadres del KIRCHNERATO?

martes, 30 de agosto de 2016

MANO PROPIA

MÁS ALLÁ DEL DERECHO PENAL Una batalla cultural: El caso Villar Cataldo y la mano propia En el Derecho siempre hay biblioteca suficiente para fundamentar tanto una culpabilidad como una inocencia. En el Derecho Penal esa curiosa situación es mucho más evidente. Por lo tanto, es una cuestión política y sociocultural la que termina inclinando la balanza. Por ese motivo es tan interesante que en la Administración Macri suceda el caso del delincuente Ricardo Krabler asesinado por su víctima, Lino Villar Cataldo. Es hora de comenzar a revisar los valores que el kirchnerismo instaló en gran parte de la sociedad argentina. por EDGAR MAINHARD Resultó enojoso que el relator deportivo devenido en comunicador K, Víctor Hugo Morales, explicara que el caso del médico Lino Villar Cataldo no puede considerarse de defensa propia porque le pegó 4 balazos al delincuente Ricardo Krabler, que había intentado robarle su vehículo, y que había ejercido violencia física contra él. De acuerdo a Morales y su equipo, es bien diferente que le hubiera pegado 1 tiro a que fuesen 4 disparos, para ellos un exceso que ya era una supuesta alevosía propia del homicidio culposo. La teórica administración de emociones que exigía Morales y el reclamo de autocontrol es legítimo pero no obligatorio, y es posible imaginar a Villar Cataldo entre temeroso y enojado, totalmente desesperado, decidido a luchar por su seguridad y su propiedad. ¿Quién le había provocado a él tan angustiante situación? Un delincuente que había intentado asaltarlo exhibiendo un arma de fuego. Que a ese delincuente le haya resultado adversa su experiencia delictiva no puede ni ocultar ni revertir el hecho irrefutable de que Krabler estaba decidido a cometer un delito. Que la víctima haya reaccionado más allá de la imaginación y la decisión del delincuente no omite que Krabler fue a la vivienda de Villar Cataldo decidido a convertirse en victimario. Villar Cataldo no comenzó el día pensando en dispararle 4 veces a un delincuente. Pero Ricardo Krabler sí se levantó dispuesto a cometer el delito de arrebatarle a alguna persona alguna propiedad valiosa. Son conceptos fundamentales para analizar el caso que resulta una evidente batalla cultural, más allá de la interpretación que se prefiera del Derecho vigente. Desde el año 2001 hasta el 10/12/2015, la sociedad argentina padeció el intento de modificar el razonamiento tanto colectivo como individual para instalar una escala de valores diferente a la convencional durante gran parte de la historia argentina. De pronto, un delincuente no era tan delincuente, y la víctima no era tan víctima. Ese fue uno de los ejes del relato de los K, quienes, mientras cometían todo tipo de tropelías para su enriquecimiento personal, se aferraban a la interpretación del Derecho Penal de Eugenio Raúl Zaffaroni para instalar un populismo demagógico reñido con los usos y costumbres de muchos ciudadanos. La propiedad privada pasó a ser un concepto fungible, y el robo y el hurto una cuestión circunstancial. La instalación de la inseguridad jurídica como un hecho lícito, desde el propio Estado, fue el origen de la consideración de la seguridad individual como 'un reclamo burgués', una reivindicación frívola de gente que, además, cometía o el egoísmo o la avaricia o la conducta antisocial de reclamar esa propiedad privada. Por supuesto que esto comenzó antes de los K, en la decadencia de Fernando De la Rúa y el temor culposo de Eduardo Duhalde (la feroz conspiración para el golpe de Estado civil y luego la brutal salida de la Convertibilidad provocaron situaciones que él decidió no reprimir sino tolerar). Pero fue con los Kirchner cuando ese enfoque se consolidó y multiplicó. De pronto, la ocupación de tierras, de espacios públicos y el saqueo de supermercados fue considerado una posibilidad no punible. Más tarde, quitarle un bien a otro, aún por la fuerza, fue considerado parte de la justicia social. El paso siguiente en la escala fue que se intentara borrar la enorme zanja que hay entre víctima y victimario. Eso fue propio de la Argentina K. Los Kirchner consideraron el reclamo por más seguridad o contra el incremento de la inseguridad como un valor de la centroderecha, en especial la porteña, procurando desoir el descontento, ignorar las denuncias y huir de la multitud enojada, tal como sucedió luego del asesinato de Axel Blumberg, por mencionar un caso ocurrido en los primeros años de los K, y en el GBA, no en Ciudad de Buenos Aires. De paso, aquel joven fue asesinado como consecuencia de graves desinteligencias entre la ex Side, la Policía Federal y la Policía Bonaerense que participaron de la investigación sin una coordinación operativa. O sea que la impericia del Estado tuvo mucho que ver con la tragedia, pero en lugar de ejercitar la autocrítica y ejecutar rectificaciones, Néstor Kirchner utilizó a la ex Side para controlar a la familia de la víctima. Desde entonces, el gobierno K siempre reaccionó con histeria ante los pedidos de los ciudadanos, a la vez que ejercitó la flexibilidad con los delincuentes, y esto fue descubierto por los policías corruptos. Por lo tanto fue posible encontrar un denominador común entre la tolerancia de la comparsa Vatayón Militante y la excarcelación temporaria de detenidos para cometer ilícitos cuyos autores ideológicos eran fuerzas de seguridad. La peligrosa distensión fue acompañada por la demonización de conceptos tales como orden y represión del delito, y por lo tanto hubo un incremento notable de secuestros, robos y homicidios. Cualquier reclamo era propio de fachos o de egoístas o de ciudadanos sin sensibilidad social. No es fácil modificar lo que fue instalado en varias generaciones de ciudadanos pero el Estado no puede ser neutral en la batalla cultural que aparece en tragedias tal como la de Villar Cataldo. El Estado no debe hacerse a un lado porque su neutralidad sería una complicidad con el delito. El Estado debe participar activamente en este intento de reinstalar valores y conductas imprescindibles para recuperar la sociedad. Esto es lo que está en discusión hoy día, y si bien es apreciada la opinión de la ministra Patricia Bullrich recordando quién es la víctima y quién el victimario, sorprende que otros funcionarios como el ministro de Justicia, Germán Garavano, demore en dar su interpretación de lo que ha ocurrido. Si realmente habrá una nueva Argentina, comienza a construirse en los sucesos cotidianos. Mucho le ayudaría a Mauricio Macri, que aún no consigue recuperar la economía, ir más allá de la lógica muchas veces trivial de Cambiemos vs. Kirchnerismo para dar combates decididos y fundamentales rectificando los valores que intentó instalar el Mundo K.

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